El Euroblog

Arranca la era Juncker

El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, felicita a Jean-Claude Junker tras su investidura como ‘presidente de la Comisión
El presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, felicita a Jean-Claude Junker tras su investidura como ‘presidente de la Comisiónlarazon

De mudanza se encuentra el piso trece del bruselense Berlaymont para acoger a su nuevo jefe. Tras diez años al frente de la Comisión Europea, el portugués José Manuel Durao Barroso pasa el testigo el 1 de noviembre al luxemburgués Jean-Claude Juncker. A sus 59 años, este viejo zorro de la política europea se mueve como pez en el agua en los pasillos de las instituciones comunitarias. No por casualidad, como ministro de Finanzas Juncker participó en la incorporación de la Unión Económica y Monetario (UEM) en el Tratado de Maastricht de 1992. Poco después, entre 1995 y 2013, el dirigente socialcristiano se convirtió en el miembro más longevo del Consejo Europeo en calidad de primer ministro del Gran Ducado. Incluso, compatibilizó esa función con la de presidente del Eurogrupo durante ocho años.

Tras ganar el Partido Popular Europeo (PPE) las elecciones del 25 de mayo, Juncker logró superar las resistencias de correligionarios como Angela Merkel para ser designado presidente de la Comisión Europea en calidad de candidato del partido más votado. Y es que a los Estados miembros les costaba renunciar a su potestad de elegir a puerta cerrada a su aspirante a presidir el Ejecutivo comunitario. Una práctica que, según llegaron a denunciar el británico David Cameron y el húngaro Viktor Orban, violaba la letra de los tratados.

Investido con el aura de legitimidad que implica ser el fruto de un resultado electoral, Juncker ha infundido un perfil político a su nuevo equipo de comisarios desconocido desde los tiempos del socialista francés Jacques Delors (1985-1995). Rodeado de siete vicepresidentes de dilatada experiencia para coordinar el trabajo de los comisarios, Juncker es consiente de que Europa se enfrenta a un encrucijada. A la última oportunidad para frenar un creciente euroescepticismo que, tras cosechar el 25% de los eurodiputados, pretende dinamitar los grandes logros de más de seis décadas de proceso de construcción europea.

Y es que Juncker estaba obligado a hacer borrón y cuenta nueva de la década gris que deja atrás Barroso. Un presidente que ha renunciado a la iniciativa legislativa que los tratados conceden a la CE dando más protagonismo a los gobiernos y al presidente del Consejo, Herman Van Rompuy. Un puesto que, visto los últimos cinco años, debería fusionarse con el de presidente de la Comisión.

El ex primer ministro luso será recordado como el presidente de la crisis. Su llegada a Bruselas en 2005 coincidió con la encrucijada institucional provocada por el “no” franco-holandés a la Constitución europea, que se prolongó hasta la aprobación del Tratado de Lisboa en 2009. Un texto que pronto fue superado por la crisis económica que ha dominado el segundo mandato de Barroso.

La propuesta estrella de la nueva Comisión es aprobar un paquete de inversiones públicas y privadas valorado en 300.000 millones de euros para estimular el tan necesitado crecimiento económico y la reducción de los 25 millones de parados en los Veintiocho. Porque, como reconoció ante la Eurocámara durante su investidura el 22 de octubre, “Europa está viviendo una sequía de inversión que no tiene parangón. Las economías que no invierten no pueden crecer ni dar empleo”. Eso sí, para no alarmar a Berlín, Juncker añadió rápidamente que ese estímulo no debe significar un aumento del endeudamiento. Mantra que oculta el hecho empírico de que la deuda y el déficit públicos europeos son, de lejos, inferiores a los de Estados Unidos, que, por el contrario, crece a velocidad de crucero mientras la UE se encuentra al borde de su tercera recesión desde 2008. ¿Seremos capaces de evitarla?