David Cameron

Una Europa a la carta

El Primer Ministro británico, el conservador David Cameron
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Las concesiones hechas por Bruselas a Reino Unido para que permanezca en la UE amenazan con vaciar de contenido el proceso de construcción europea. Precisamente, el gran deseo de los euroescépticos a un lado y otro del Canal de la Mancha. Además, no hay garantías de que este preacuerdo que discutirán la próxima semana los líderes europeos sea suficiente para la corriente antieuropea del Partido Conservador británico, responsable de poner contra las cuerdas a David Cameron para que convoque un referéndum de resultado incierto.

El hecho de que Reino Unido pueda excluir durante cuatro años a los ciudadanos comunitarios que residen y trabajan en las islas de las prestaciones sociales en caso de que amenacen la sostenibilidad del presupuesto público es inaceptable para todo proeuropeo que se precie. Primero porque va en contra de la iguldad y, segundo, porque vulnera la libre circulación de trabajadores en Europa. Londres no se muestra tan exigente con el gasto sanitario que, por ejemplo, generan su jubilados en España o Portugal.

Pero Gran Bretaña no es la única amenaza contra la UE tal y como hoy la conocemos. Hasta seis Estados miembros han recuperado los controles fronterizos para hacer frente a la ola de refugiados procedentes de Oriente Medio. Una muestra más de que dan por fracasada una solución europea a un problema que difícilmente se podrá resolver de forma nacional. La iniciativa sólo contribuirá a pasar la patata caliente al vecino y así sucesivamente. La petición para que estos controles puedan extenderse durante dos años amenaza con hacer volar por los aires el Acuerdo de Schengen y la libre circulación de personas, uno de los mayores logros del proyecto europeo, junto a la paz y el euro. De hecho, la moneda única tendrá un futuro muy incierto si se imponen frenos al Mercado Interior. Los expertos han cifrado en 100.000 millones de euros el coste de una eventual vuelta a la fronteras nacionales.

Por último, pero no menos importante, desde dos países de Europa Central incorporados a la UE en 2004 (Hungría y Polonia) soplan unos vientos poco alentadores. El empeño de sus Gobiernos por imponer reformas que cuestionan los valores europeos ha abierto otra vía de agua en el viejo cascarón del barco comunitario, que amenaza con zozobrar después de haber soportados las envestidas de la crisis del euro. Los próximos meses serán cruciales para salvar el sueño europeo.

pgarcia@larazon.es