Ciudadanos

175...y el pico

La Razón
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Cuando una ministra me apuntaba este pasado miércoles en conversación informal que la recomposición de relaciones con Ciudadanos, socio preferente del Gobierno de Rajoy, estaba más que encarrilada, sobre todo en lo relativo a ese amplio elenco de compromisos socioeconómicos plasmados dentro de los famosos 150 puntos del pacto de investidura, lo que realmente venía a certificar es que el proyecto de Presupuestos Generales del Estado, que el Consejo de Ministros aprobaría dos días después para ser enviado mañana martes al Parlamento, tiene casi todas las papeletas para salir adelante. No debe sorprender por lo tanto que el propio Rajoy dejara de lado este fin de semana su habitual actitud de mojarse lo justo o nada a la «gallega» para proclamar, con no pocas dosis de ironía, que esos Presupuestos cuentan con el apoyo de 175’5 diputados, un mínimo «pico» que garantizaría la mayoría absoluta o, lo que es igual, 175 suficientes para rechazar enmiendas a la totalidad y 176 para aprobarlos.

Cabe pues preguntarse qué es lo que ha ocurrido en tan solo unos días para que, casi de un plumazo, el Gobierno haya solventado el desencuentro con sus socios preferentes, haya lanzado a volar con toda la potencia de despegue los grandes números del país, tenga cerrado un acuerdo en segunda instancia de debate de enmiendas con Coalición y Nueva Canaria y, sobre todo, tenga bastante más tejido de lo que pudiera parecer un acuerdo con el PNV que tendría vocación de pacto de legislatura más allá del apoyo a los Presupuestos de los cinco diputados nacionalistas, en la línea –salvando distancias– del que tantos réditos brindó entre Aznar y Arzallus en el año 96 también con exigua mayoría del grupo de Gobierno. La respuesta tiene mucho que ver con la actitud del propio Ejecutivo de Rajoy que, tras la parada para tomar un café cargado ante los síntomas de somnolencia en la conducción, cayó en la cuenta de que se hacía necesario lo más parecido a una lección de humildad.

Nada como haber reparado de manera definitiva en que la relación con otros grupos demandaba un giro de timón respecto a la etapa en la que se gobernaba con mayoría absoluta y aquí –por muy reprochable que fuera la posición dubitativa y oportunista de Ciudadanos, que lo fue– la derrota en la votación por el decreto de la estiba marcó un indudable «antes y después». El optimismo de Rajoy y de su núcleo de confianza, contrastado en la moderada euforia percibida en la ministra a la que aludía inicialmente, se corresponde con la nada desdeñable posibilidad de que el panorama político quede despejado mínimo hasta 2019, con la ventaja añadida de navegar con unas cuentas del reino no restrictivas por primera vez en cinco años y lo que ello supone –todo hay que decirlo– en cuanto a colchón electoral si desde enfrente se plantean mal dadas. Va a resultar que sí, que lo de gobernar en minoría –a la fuerza obligan– pone pilas y agudiza ingenio y diálogo. Pues eso, bueno para España.