Constitución

A toda máquina

La Razón
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Se me ocurrió decir que era bueno que se hiciera una reforma constitucional y, como dicen ahora los jóvenes, me cayó la del pulpo. No me arrepiento. Sé que la minoría del Gobierno le hace más débil para casi todo –como hemos visto con la Ley de Educación–, pero esa debilidad se convierte en oportunidad de sumar al PSOE. Y si algo necesita la reforma constitucional es eso: consenso. A ser posible, sin Podemos, que ellos están a otra cosa. No hay más que ver lo lejos que están de cualquier Constitución –española incluida– que no sea la cubana o bolivariana.

Pero esa supuesta debilidad del Gobierno le está sirviendo al PP como coartada para tomar una serie de medidas económicas que se anunciaron el viernes pasado aprovechando la estampida del puentazo: nuevo impuesto para el tabaco y el alcohol; para las bebidas carbonatadas y azucaradas; elevación del límite que tienen las bases máximas de cotización y, cómo no, una nueva subida de impuestos. Y todo ello no sólo con el apoyo de la oposición, sino con su visto bueno para hacerles pensar que son medidas que ellos han exigido al Gobierno y que este les ha concedido. Parece que no conocen a Montoro, ahora metamorfoseado en defensor de nuestra salud merced a su vigilancia de las bebidas que tanto daño nos hacen. Vivir para ver.

Pero toda esta puesta en escena permite adivinar lo que van a ser los próximos meses a la espera de que un congreso del PSOE y una nueva lideresa permitan negociar con alguien serio la reforma constitucional. Por un lado, el PP se siente feliz de encontrarse con una oposición como Podemos. Rajoy tira de ironía parlamentaria y pone en su sitio a Iglesias: el PSOE no se desgasta y el PP gana enteros a base de pases de pecho y regates en corto.

Y mientras tanto, los balones largos: economía, educación, seguridad, Europa... los juega con el PSOE, que llega a los que llega, es decir, a casi ninguno, pues es tal su crisis ideológica que no sabe muy bien qué opinar para no dar la razón a Pedro Sánchez y a la vez no enfrentarse a sus barones regionales: felices tras su negociación –cómo no– con Montoro.

La dulce Navidad y la cuesta de enero consumirán las pocas energías que nos queden, mientras contemplamos perplejos lo que ocurre en Gran Bretaña, Italia, Estados Unidos y lo que se tercie. Y lo que se va a terciar es la política internacional. Rajoy va a poner al Rey a viajar –Cuba incluida– para recuperar el tiempo perdido y los negocios que no se pueden perder. No digo que Morenés no ayude desde la embajada de Estados Unidos, pero la parte mollar va a ser de Don Felipe y Doña Letizia. No sólo se trata de negocios, sino de visualizar –perdón por el palabro– que los Reyes son útiles a los españoles –que los son– de cara a esa reforma que llegará cuando llegue la primavera y las temperaturas más suaves.

Para entonces, el populismo podemita estará más a la baja aún; el PSOE asentado en la oposición, y el PP podrá –esperemos– avanzar a toda máquina para que a Montoro le cuadren las cuentas, que deberían. Es decir, estaremos donde estábamos, pero sin Sánchez y con unos datos económicos que pueden ser mejores de lo esperado.

Lo siento por los gafes, pero esta legislatura no va a ser breve. Durará cerca de cuatro años. Y espero que así sea. Como dure algo menos, Montoro tendrá una nueva coartada para no bajar los impuestos.