Alfonso Ussía

Absuelta

La Razón
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Absuelta, ¿y ahora qué? Inocente, pero condenada para siempre. «Sentencia de mínimos» titula «El Mundo», con la consternación impresa en el discreto gramaje de su nuevo papel. En un Estado de Derecho –no somos Venezuela–, no hay sentencias de mínimos ni sentencias de máximos. Hay sentencias. El juez instructor, el de la moto «Honda», obsesión por la popularidad y amigo de tapas de la abogada Negrete, no está de acuerdo. Pues muy bien. Y ahora el debate. Escribe Jaime Peñafiel, comparando a la Infanta Cristina con el depravado Luis Fernando de Orleans y Borbón, que al igual que hizo Alfonso XIII con Luis Fernando, el Rey Felipe VI puede retirar a su hermana su condición de Infanta. Se equivoca. Luis Fernando fue Infante de España de gracia, mientras que la Infanta Cristina lo es –hija de Rey–, por derecho propio. La Infanta puede robar con violencia en un supermercado, como lo hace Cañamero. Pero seguiría siendo, ladrona y violenta, Infanta de España. La Infanta Cristina puede, en un momento de ofuscación, subir a la azotea de su casa y disparar con un rifle a los inocentes viandantes causando a cinco de ellos la muerte. Sería una asesina, pero Infanta de España. Y la Infanta Cristina no puede renunciar a lo que es irrenunciable por mucho y mal que se lo exijan los precipitados o los ignorantes. A lo que sí puede renunciar es a sus derechos dinásticos en la sucesión de la Corona. Y ahora que ha sido absuelta, sin presiones ni coacciones, haría muy bien en ofrecer al Rey su resignación. Por otra parte, una renuncia más institucional y protocolaria que efectiva, por cuanto su lugar en la sucesión de la Corona es de cola de pelotón. Tiene por delante a la Princesa de Asturias, a la Infanta Sofía, a su hermana la Infanta Elena, a los hijos de ésta, Felipe y Victoria Marichalar y Borbón, e inmediatamente después estaría ella. Sus únicas posibilidades de reinar en España serían consecuencia de un Ekaterimburgo leninista, que a Dios gracias, no va a tener lugar, aunque a algunos no le falten deseos de repetirlo. La Infanta ha mantenido su lugar en la sucesión mientras ha sido imputada y juzgada. Ahora, ya absuelta, y para no extender el lío, su renuncia sería, no sólo recomendable, sino fundamental para tranquilizar al gallinero.

El rapapolvos a la abogada de Manos Limpias por parte del tribunal es de órdago. Esta mujer tan extraña haría bien en renunciar a su carrera. A partir de ahora va a tener menos clientes que una tienda de camisetas del Real Madrid en el Fossar de les Moreras o Moreres, de hondas raíces culés. Y en lo que respecta a Iñaki Urdangarín, Diego Torres y el resto de los condenados, habrá que aguardar a lo que la justicia determine y ordene. Si ingresan en prisión con anterioridad al recurso, o esperan la decisión definitiva del Tribunal Supremo.

No obstante, y como se ha podido interpretar por las informaciones y opiniones de urgencia, a la Infanta Cristina no se le adivina una tranquilidad futura. Su marido irá a la cárcel, y con merecimiento. Urdangarín ha sido su gran equivocación, pero hay que reconocerle a la Infanta su lealtad, su fidelidad y su firmeza manteniéndose al lado de su equivocación. Y durante unos meses, los gallineros de los platós italianos y populistas seguirán condenándola, porque en caso contrario dejarían de ser gallineros y los niveles de audiencia se resentirían.

Me alegra, y mucho, la absolución de la Infanta, que se ha sentado en el banquillo por su condición y no por sus hechos. Pero ya, demostrada su inocencia y absuelta por la justicia, su deber fundamental es ofrecer su renuncia al Rey. Quedaría como una Infanta de España.