Caso Weinstein

Acoso sin nombre

La Razón
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Mientras continúan multiplicándose las denuncias al productor Harvey Wenstein por acoso sexual, en España sigue esperándose que alguna mujer tenga el valor de denunciar, con nombre y apellido, haber sufrido ese mismo delito. Pero no es fácil que nadie confiese ante una sociedad que, demasiadas veces, duplica la pena de la víctima con sus dudas. El caso de Nevenka Fernández, la concejala de Ponferrada que en 2001 se atrevió a presentar una querella contra el entonces alcalde Ismael Serrano, por acoso sexual, demostró que a las víctimas de tal abuso –y más aún cuando son mujeres con formación–, es muy fácil que se las señale con la sospecha para siempre; aunque, como en el caso de Nevenka, la justicia les dé la razón condenando a su agresor con una multa de 6.480 euros y una indemnización de 12.000. Las críticas hicieron que Nevenka se viera obligada a abandonar su país, convertido en entorno hostil, tras lo que debería haber sido considerado una proeza: la denuncia a un acosador. Dieciséis años después y con el caso Wenstein como telón de fondo, la actriz Leticia Dolera, que se desahogó contándole su caso a Ana Pastor, dijo «no dar el nombre por el morbo», pero lo cierto es que, al no hacerlo, constató que el acoso existe en buena parte porque los acosadores saben que nunca serán denunciados. Por desgracia es muy difícil pedirle a las mujeres que confíen en la justicia en este asunto, cuando la propia sociedad parece tenerlo tan asumido como para no reaccionar ni siquiera cuando lo presencia, como fue el caso denunciado, aunque sin nombre, por Dolera.