Política

Martín Prieto

Aforamiento inmediato

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Con más de diez mil aforados en España (posible marca internacional), a nadie se le ocurriría pedir aumentar el número porque podríamos suponer que en la Península y archipiélagos adyacentes ya no cabe un aforado más. Pero el latiguillo es otro: en el país de los aforados el desaforado es el Rey. Este mero cambio nominal en la titularidad física del Jefe del Estado denota la dejadez de todos nuestros gobiernos democráticos, que no han tenido tiempo desde 1978 para redactar una ley orgánica de abdicación de tres líneas que debería llevar décadas empolvándose en una gaveta. Omisiones administrativas como la obligación constitucional de una ley de huelga que se debatirá cuando los dirigentes de UGT y Comisiones tomen los hábitos con especial énfasis en el voto de pobreza. El fuero protege la libertad de expresión del político, de la que ya goza sin necesidad de aquél, pero que los Reyes Juan Carlos y Sofía se encuentren jurídicamente un escalón por debajo de Sánchez Gordillo, alcalde bolchevique de Marinaleda, juntero de Andalucía, ocupador de fincas militares en explotación y salteador con violencia de supermercados para menestrales, es surrealista y una prueba más de que hemos perdido el oremus del Estado. Enrique «Quique» Barón, de la cartera de Obras Públicas en el primer Gobierno de Felipe González, nos ilustraba muy serio asegurando que un ministro era un bien de Estado, una pieza institucional a tratar como especie protegida. Repasando la nomenclatura ministerial, no sé yo; no me atrevería a tanto, especialmente repasando el septenato de Rodríguez Zapatero, supervisor de nubes. Pero el Rey padre, abdicado (y su esposa la Reina) sí tienen, indubitablemente, carácter institucional, y no sólo como referentes históricos, y forman una parte ancilar, pero cierta, del entramado estatal, y la pareja real merece mayor parafernalia de respeto que un alcalde pedáneo o un diputado autonómico. Sospecho que el Rey Juan Carlos no va a salir de la Zarzuela para hurtar billeteras en el Metro, pero me malicio todavía más que hay leguleyos indagando si el Rey ha cazado por descuido un venado en veda para que le detenga el Seprona o le cite un juez de paz en Bollullos del Condado. Como el tan minoritario como legítimo sentimiento republicano se ha ideologizado y no aspira a otra organización estatal sino a la revolución otrora bolchevique y hoy castrochavista, hay que asesinar la imagen del autor de nuestra primera Monarquía parlamentaria, y tal como está el patio de nuestra Justicia no faltará un juez revirado que pretenda sus cinco minutos de fama sumariando al Monarca retirado. El jefe comunista Cayo Lara no se desafora ni con agua caliente, pero quiere ver a un ciudadano Borbón sin privilegios como si él no los disfrutara acopiando desconocidos méritos. El aforamiento de los Reyes que acaban de dar un generoso paso al costado debía haber acompañado a la abdicación. Y por respeto personal e histórico tendría que ser inmediato. De las rebajas de los fueros ya hablaremos; como de la ley de huelga.