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Agitadores

La Razón
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Entran al campo desde el banquillo, bombonas de oxígeno que renuevan el aire del equipo, lo revolucionan, lo agitan con ideas nuevas, carreras frescas, desmarques que rescatan al tren de la vía muerta y generan ocasiones como para alterar el rumbo de un partido. Repentinas apariciones que el público agradece y que, de tan impresionado, aguarda al siguiente compromiso para verles titulares. Y no es lo mismo porque no es lo único que influye en el destino.

El rojiblanco Correa reduce su poder intimidatorio cuando juega desde el principio. Limita su zona de influencia porque el trabajo que le exige Simeone nada más empezar ha de extenderse por un largo periodo de tiempo y se disuelve. Quizá le puede la presión, o la ansiedad, con tantas ganas de hacerlo bien que se empacha o se empecina y se agota en el intento de meter el segundo gol antes que el primero. O puede que resulte más efectivo como revulsivo y hombre de refresco. En Sevilla no dio la talla; tampoco el equipo, superado por la ilusión de un grupo que empieza a sentirse a gusto en las alturas, sin vértigo, impulsado por dos entrenadores, víctimas ambos de chanzas que distan de su trabajo. «Sampanoli», «Sampalillo»... Sampaoli y Lillo, nada más y nada menos, y el Sevilla victorioso y «arrebatao», transformado en agitador de la Liga con una plantilla renovada, como suele ocurrir cada temporada en los pagos del genio Monchi.

Otro talento, el de Morata, repescado como futbolista grande. Un valor de la cantera que necesita la titularidad en porciones, como Correa. Sólo le falta eso, demostrar que puede ser tan bueno y resolutivo desde el principio como al final. Su suerte está en las manos de Zidane y la de Zidane en la BBC, palabras mayores.