Mascotas

Apocalipsis cat

La Razón
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Sabíamos que los egipcios domesticaron al gato para acariciar a una pantera. También que el pequeño felino, con sus «zarpas de terciopelo y maldad», ha liquidado a un buen puñado de especies. Especialmente allí donde no había depredadores naturales. Como en la isla de Stephen, en Nueva Zelanda, donde un solo gato exterminó al pájaro de Wren, endémico de la isla, en apenas un año, de 1894 a 1895. Matones con tiara, de ojos zafiro o esmeralda, no saben rugir, privilegio reservado al tigre, el leopardo, el jaguar, el león, el leopardo de las nieves y la onza, preo a la hora de acribillar animales pocos killers comparables. Con sus garras retráctiles y su musculatura de navaja suiza, se van por los tejados, como un gato sin dueño, igual que en las canciones de Joaquín Sabina, a esa hora maldita en que los bares a punto están de cerrar, y en cada paso con silenciador viaja la muerte. Si el perro es animal de orden, amigo de guardias, leal y servil, el gato no reconoce dueño, rey ni patria. Cada tarde, al despertar, recorre su territorio para comprobar que no hayas movido nada de sitio: necesita saber dónde se encuentran los obstáculo a fin de tender sus emboscadas. Esa mascota linda, que acaricias mientras ronronea, tiene un perfil torvo, implacable, en cuanto pone las patitas en el jardín. Ahora un libro, «Cat wars», o sea, «Las Guerras de los gatos», de los ornitólogos Peter P. Marra y Chris Santella, pone negro sobre blanco el desastre. Sólo en EE UU los gatos, domésticos y/o asilvestrados, matan varios miles de millones de pájaros. También roedores, insectos, reptiles, etc. Bienvenidos a la fiesta de la guadaña. Apocalipsis cat total. Un naufragio de consecuencias monumentales que arrasa ecosistemas y lamina la biodiversidad para que los pijos bípedos, encaprichados con el tigre, incapaces de otra cosa que no sea destruir, farden de mascota. Los gatos hacen aquello para lo que fueron concebidos. Son el producto fabuloso de la evolución y, como todos los felinos, el mamífero depredador por antonomasia. Tampoco tienen la culpa de que luego la peña, hortera como es, se pase el día subiendo vídeos fofos y fotos cutres al Intagram. La peste es el nacionalismo, y el populismo, pero también las malditas fotos de gatos, de un ternurismo insufrible. Antropormorfizados por los dibujos animados de la Warner y la Disney, cantaron swing en un edificio abandonado de París y enamoraron a los poetas, que reconocieron en ellos a sus iguales. Pero las fantasías de gatos parlanchines y encantadores aristogatos ocultan la verdad cruda del asesino implacable, responsable de esquilmar bosques y parques por el puro placer de darse a la caza. Da igual que lo alimentes y lo mimes. Saldrá de razzia porque sí, porque su pasatiempo favorito consiste en destripar ratones, acuchillar lagartijas y descorcharle la femoral a los gorriones. «Eres, bajo la luna, esa pantera que nos es dado divisar de lejos», escribió Borges, consciente de que el animal, mitad peluche mitad esfinge, siempre habitará el territorio mental de las fieras.