Paloma Pedrero

Atrocidades

La Razón
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Acaba de celebrarse el día internacional de tolerancia cero contra una de las mayores salvajadas que se le puede hacer a una niña: arrancarle sus órganos sexuales externos para que no pueda sentir placer. A 200 millones de mujeres en el mundo ya se lo han hecho. En España se habla de unas veinte mil. Veinte mil criaturas aquí mismo están en riesgo de enfermar o morir. Porque la ablación además de arrebatar a la mujer el goce sexual, produce graves padecimientos que, en algunos casos, acaban en muerte. Les sugiero que entren en internet y vean cómo se hace esta amputación. Su sensibilidad va a ser herida, sin duda, pero hay que verlo para creerlo, para afrontarlo. Los argumentos que exponen los hacedores de esta agresión son delirantes. Dicen que son ritos ancestrales que parten de miedos. Miedo, por ejemplo, a que la mujer no pueda parir y criar; si supera la ablación demostrará su fortaleza. Algunos líderes de comunidades africanas utilizan explicaciones como que el clítoris puede matar al niño o dificultar el alumbramiento. Añaden, también, que puede crecer y colgar entre las piernas, lo que quedaría tremendamente “feo”. Sin comentarios. Lo que sí hay que decir es que hoy en día, unido el mundo por todo tipo de comunicaciones e intereses, tenemos la obligación de actuar. No digo que sea fácil acabar con esta costumbre sanguinaria en algunos países. Pero sí es necesario y urgente informarles de las consecuencias a través de sus personas avanzadas. Formar a la gente de esos países para que ellos mismos luchen por la erradicación, sin que se perciba como una imposición cultural. Mientras el diálogo y la evolución consigan transformar a los individuos, hay que exigir a todos los gobiernos leyes inexorables, acciones rotundas. Hay que acabar con la barbarie que intenta destruir a la mujer. Aquí y en el mundo.