Iñaki Zaragüeta

Aventura sin fruto

La Razón
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La decepción de todos aquellos que confiaron en la celebración del referéndum, el fracaso en el objetivo de proclamar la independencia y la frustración de haber conducido a su partido, antes CiU ahora PDeCAT, al hoyo electoral en tan sólo siete años constituirán el botín político de Artur Mas y de Carles Puigdemont, presidentes de la citada formación y de la Generalitat catalana, respectivamente.

Ésa será la conclusión –decepción, fracaso y frustración– tras las próximas elecciones autonómicas que Puigdemont se verá obligado a convocar después del esperpento del 1 de octubre, fecha prevista para la ya abortada consulta gracias a que se impondrá el cumplimiento de la Constitución y las leyes. Aparte de polémicas políticas, produce pesar contemplar las trampas que están dispuestos a hacerse los organizadores. Poco deben confiar en sus fuerzas cuando se niegan a establecer cifras mínimas de participación para que sea aceptable el resultado. Ni ERC, ni PDeCAT ni los separatistas están por la labor. Les asusta pensar en movimientos contrarios a sus deseos que les haga quedar en ridículo.

Mientras, como afirma mi amigo Rogelio, sorprende y apena comprobar cómo una sociedad vanguardista y desarrollada como fue, e imagino que aún es buena parte de ella, asume en silencio no sólo estas dinámicas ilegales sino la aparición de movimientos como Arran o las Assemblees de joves per la Unitat Popular. Los primeros como pseudoterroristas sociales contra el turismo Los segundos apaleando muñecos con la imagen de Mariano Rajoy como hacían años atrás con el Rey y los presidentes de turno los jóvenes batasunos a las órdenes de ETA. Así es la vida.