Carlos Rodríguez Braun

Azotea y socialismo

La Razón
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La película «Regreso a Ítaca», del director francés Laurent Cantet y con guión del escritor cubano Leonardo Padura, trata de cinco amigos que se reúnen en una azotea en La Habana con motivo de que uno de ellos ha decidido volver a Cuba después de dieciséis años de exilio en España. Es un muestrario de ilusiones y desencantos. El film pudo estrenarse en el país caribeño, pero fue excluido del Festival de La Habana ante la irritación de algunos cineastas que hablaron de «censura». En realidad, lo interesante es que la dictadura haya permitido que haya habido filmación y estreno.

Hubo un tiempo en el que los comunistas podían asesinar a millones de trabajadores y al mismo tiempo proyectar una imagen exitosa del socialismo, que ocultara sus matanzas y atribuyera al capitalismo la exclusividad de los males padecidos por los pueblos del mundo. Por asombroso que parezca, esto duró décadas, gracias a la complicidad de una multitud de intelectuales occidentales, muchos de los cuales, para más inri, sabían que las políticas anticapitalistas estaban llevando a masas a la muerte, y callaron.

Tras la caída del Muro de Berlín, sin embargo, ese cuento se acabó. La izquierda no podía seguir defendiendo un sistema tan brutal en lo político y tan empobrecedor en lo económico. A partir de ahí su estrategia fue más oblicua: siguió atacando el capitalismo, pero ya no lo contrastó con el ideal comunista ruso, chino o cubano, sino que difuminó la alternativa (de ahí el nuevo auge de los populismos) y se centró en destacar las deficiencias que podía endilgar al capitalismo. Ese camino ha recorrido diversas etapas, desde la globalización hasta la desigualdad, pasando por el cambio climático y cualquier otra causa que permita culpar a la libertad de lo malo que sucede, y por tanto abrir el camino a su recorte: ése es el campo abonado del socialismo de todos los partidos, que disfrutó de un nuevo empuje gracias a la crisis, que ha animado a los antiliberales ahora, como lo hizo en los años 1930.

En ese contexto: ¿cuál es la mejor estrategia propagandística del comunismo? Intentar edulcorar la realidad, pero no negarla del todo. Y eso lo consigue «Regreso a Ítaca»: no apoya la dictadura, pero tampoco la llama así. Se habla de miedo pero no de muertes ni de presos políticos. Como en «La vida de los otros», donde parece que el comunismo es un sistema que se limita a espiar, en esta película sobre Cuba se subraya, tal cual dijo el director, «la caída de los ideales en general, algo que también ha pasado en otras latitudes».

Este mensaje de humareda es bueno para la dictadura. Sin embargo, también el film trasluce aspectos negativos de la tiranía comunista. ¿Qué hacer? Pues dejar que se proyecte, pero tampoco darle mucho bombo, que es precisamente lo que han hecho.