El desafío independentista

Bailar o no bailar el agua

La Razón
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Una de las claves del 21-D es conocer si las fuerzas de izquierda están dispuestas a plantarse ya o van a seguir bailando el agua al nacionalismo catalán. Entre estas fuerzas de izquierda incluyo al socialismo de Sánchez-Iceta y al conglomerado de Colau-Iglesias, tan lejanos y tan cercanos. Fue el viejo comunista Paco Frutos el que denunció el otro día el infame contubernio en su resonante intervención de Barcelona, cuando reprendió con dureza a la «izquierda cómplice que le baila el agua a los nacionalistas». Josep Borrell no se quedó atrás y pidió combatir desde la izquierda al nacionalismo tras décadas de connivencia. Hasta el podemita Errejón propone «la tarea histórica de construir una idea nacional progresista» de España. La crisis catalana ha servido, por lo menos, para que los partidos de izquierda reflexionen sobre la calidad de su patriotismo y empiecen a pensar en abanderar «una idea fuerte de España» y de sus símbolos, arrebatando a la derecha el monopolio en este campo sensible y crucial. Basta ver el mar de banderas en las ventanas.

Todos estos buenos propósitos de enmienda y todas estas luminosas reflexiones pueden ser puestos a prueba cuando se conozcan los resultados de las elecciones del 21 de diciembre. Salvo sorpresa mayúscula, va a ganar ERC. Es probable que los soberanistas no tengan mayoría absoluta. Tampoco, los constitucionalistas. ¿Qué pasa entonces? El PSC, según Iceta, quiere hacer de puente entre los dos bloques. Siempre la tentación de la equidistancia. Lo normal es que sea Esquerra, una vez reimplantado el Estatuto, la encargada de formar Gobierno. ¿Con quién? A nadie le extrañaría que, con la ayuda de Roures y a pesar de Dante Fachín, tentara a Colau-Iglesias, que defienden el referéndum de autodeterminación, la eliminación del 155 y la liberación de los «presos políticos», y que extendiera la invitación a Iceta. Una especie de vuelta al tripartito. Todo menos empeñarse en la ruptura de España por las bravas, porque el gato está escaldado. ¿Qué harán los socialistas catalanes entonces? ¿Romper por fin con los secesionistas o volver a caer en la tentación y seguir bailándoles el agua? Yo no me atrevería hoy a apostar un euro por la ruptura con el nacionalismo. Ahí se fraguaría además el frente común contra Rajoy y la deriva de la reforma constitucional que se pretende. Una sutil carambola, que favorece de paso las ambiciosas aspiraciones inmediatas de Pedro Sánchez. Veremos.