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Balance de Río 2016 y el COI

La Razón
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Han terminado los JJ OO de Río de Janeiro y llega el momento de hacer balance. Casi todos los que se realizan se centran, como es lógico, en los resultados deportivos de cada país, de cada atleta, de los récords que se han batido y de las curiosidades que acontecen en ellos. Algunos, en los errores de organización y en los fallos cometidos. Pero casi nadie en cómo se llegó a esta elección, lo que es muy necesario a la vista de lo ocurrido tanto en su preparación como en su desarrollo.

La decisión de la sede corresponde al COI después de un largo proceso de valoración al que presentan su candidatura grandes ciudades de los cinco continentes con el apoyo de sus gobiernos nacionales y de los ciudadanos de la misma. Hay un criterio de selección no escrito, pero tácitamente aceptado, que establece que la organización recaiga en una ciudad de un continente distinto al que sea sede de la edición anterior, implicando así a todos los países y reforzando el carácter mundial de este acontecimiento deportivo, el más importante de todos. Junto a éste, hay criterios técnicos, económicos, de seguridad, de infraestructuras, servicios, comunicaciones etc, que se suman a los estrictamente deportivos, y a la exigencia de un apoyo mayoritario de los ciudadanos.

Existe un Comité Técnico que a lo largo del proceso hace las evaluaciones, con un corte a mitad del mismo en el que elimina aquellas candidaturas que a su juicio no obtienen unos mínimos, dejando en la carrera sólo a las ciudades que los superan, hasta la decisión final por el COI en un gran acto en el que los finalistas presentan públicamente sus candidaturas.

El Comité de Evaluación en el caso de Río consideró su candidatura la peor por entender que no reunía condiciones para organizar con garantías unos JJ OO, dándole la puntuación más baja, siendo «repescada» posteriormente a costa de Doha, que le superó en puntuación, al parecer, por deseo expreso de los dirigentes del COI, «como un gesto de buena voluntad con una candidatura suramericana». Ese «gesto» llevó en volandas la candidatura de Río de Janeiro hasta la decisión final en Copenhague en 2009, donde sorprendentemente se hizo con la victoria tras haber obtenido el menor apoyo en la votación inicial.

Las consideraciones que hizo en su día el Comité de Evaluación parecen haberse confirmado con lo que ha resultado Río 2016. En 2014 se levantaron las alarmas sobre su capacidad para garantizar la organización de los JJ OO en tiempo y condiciones, y a mes y medio de su inauguración la ciudad se declaró en estado de calamidad pública, poniendo en riesgo la celebración de los JJ OO. La no terminación de las infraestructuras, el sobrecoste de las realizadas, los problemas de salubridad en algunas de ellas, la falta de dinero para los Juegos Paralímpicos, son ejemplos de la más que discutible decisión del COI y de cómo se realizó el proceso, confirmando lo poco que se compadece el esfuerzo de las ciudades para cumplir los requisitos aparentemente determinantes de la decisión, con lo que finalmente mueve a la decisión del COI, y que tan poco ayuda a la neutralidad, limpieza y transparencia del proceso, y al prestigio de esa organización.

Son éstos la valoración y el balance más importantes que cabe hacer de estos juegos si queremos que los JJ OO tengan el prestigio que merecen y el COI, el respeto necesario para garantizar candidaturas solventes.

En cuanto a lo deportivo el resultado pone de manifiesto cómo el deporte, sus valores y el espíritu del olimpismo se sobreponen a cualquier dificultad y son capaces de sacar lo mejor de nosotros mismos: el esfuerzo, la sana competitividad, la solidaridad, el sacrificio, el trabajo en equipo, la convivencia pacífica, el reconocimiento y la gloria. Pero ello no debe impedir analizar lo que ha ocurrido para evitar que vuelva a producirse en el futuro.