Alfonso Ussía

Belenes

La Razón
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Rita Maestre ha confirmado que el Ayuntamiento de Madrid no instalará Nacimientos durante la Navidad en espacios y edificios públicos. Rita Maestre es criticable por muchas cosas, pero no por su incoherencia. Una mujer que interrumpe una ceremonia religiosa en una capilla universitaria para enseñar las tetas y gritar «¡Arderéis como en el 36!» no se puede dedicar a montar Nacimientos. Sería capaz de sustituir a San José por Ben Laden, a la Virgen por una figura de Tania Sánchez y al Rey Melchor por Manuela Carmena antes de acudir a la peluquería. Lo curioso es que todas estas chorradas laicistas de Carmena y su equipo de Gobierno están avaladas y apoyadas por Carmona y Pedro Sánchez que son los responsables de tener ahí a semejantes calamidades. Me alegro por el Niño Jesús. Deambulando por Cibeles el concejal antisemita que sueña con rebosar de cenizas judías el cenicero de su «Seiscientos», mejor está el Niño Dios a buen recaudo y en los almacenes municipales.

Escribe Ventoso en ABC sobre el Museo del Prado. Hay que clausurarlo. Velázquez, Goya, Rubens, Zurbarán, Rivera... Sus obras religiosas pueden ofender a un turista de la Yihad, a un representante de la Guerra Santa con los que Manuela Carmena desea hablar y dialogar para llenar sus corazones de flores. Recomiendo a nuestros munícipes cubrir con un burka el rostro de Las Majas de Goya, y con una chilaba negra el cuerpo indecente de la versión desnuda. Prohíbase en Madrid la venta de productos alimenticios procedentes del cerdo. Hemos pasado con holgura el tramo inicial del siglo XXI, y nuestra civilización, la occidental y cristiana, insiste en comer jamón, salchichón, chorizo, sobreasada y mortadela sin reparar en el inmenso daño que causamos a los inocentes representantes del siglo XI. Un siglo XI con armamento del XXI, lo cual les hace algo más peligrosos. Pero con el diálogo todo se arregla. Ahora han elegido para dialogar un hotel de Malí, y con las miradas de amor que recomienda Pablo Iglesias y las cestas de flores de Manuela Carmena, los terroristas –sin pretenderlo, claro–, dejaron treinta cadáveres en el Hotel del diálogo, lo cual no resulta esperanzador. Don Enrique Tierno, ateo y sabio, mantuvo la Cruz en la mesa de su despacho en la Plaza de la Villa, «porque era un símbolo de unión y paz».

Y supo respetar a la abrumadora mayoría de sus conciudadanos, que practicantes o no, formaban parte de la Iglesia católica. Y sus símbolos, y sus costumbres, y sus fiestas. La Navidad –pueden ignorarlo Rita Maestre y el soñador de cámaras crematorias, pero no Carmena–, es la Natividad, el Nacimiento de Jesús. Y un Nacimiento tan especial sin nacimientos es otra cosa, pero no la Navidad.

Este equipo de Gobierno que el PSOE nos ha endilgado a los madrileños es de coña. Lo pagará el PSOE en las próximas elecciones, porque su máximo dirigente recuerda demasiado a quien nos llevó al borde del abismo. Con una diferencia. Zapatero era un resentido inteligente y perverso, y el de ahora es un resentido tonto. El perverso es consciente del daño que hace y de cuando en cuando, descansa. El tonto, precisamente por tonto, no descansa jamás.

Muchos votantes de «Podemos» instalan el Nacimiento en sus casas. Las raíces y las costumbres de siglos no se destruyen por eventuales arrebatos ováricos de una niña bien mal educada. Cambiando nación por El Niño Jesús se puede aplicar textualmente el pensamiento de nuestro héroe guipuzcoano Blas de Lezo. «El Niño Dios no está en peligro porque unos lo ataquen. Lo está porque quienes lo aman y adoran no lo defienden».

Este año, en mi casa, diez Nacimientos.