Luis Alejandre

Besmayah: 50 grados

La Razón
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Viajé en mis tres tribunas anteriores al interior del yihadismo intentando encontrar respuesta a la barbarie que nos acosa. Hoy, considero conveniente dedicar mi primera referencia al veraneo de nuestros soldados y marineros, deteniéndome en Besmayah, un campo de entrenamiento situado al sur de Bagdad, donde algo más de trescientos legionarios, ingenieros y logísticos de nuestro Ejército instruyen para combatir a unidades iraquíes en su lucha contra el DAESH, que ocupa el norte de su patria.

Ya en el logo del oficial de información del «Iraq Spanish Contingent, Operation Inherent Resolve, Combinet Joint Task Force», el comandante Angel Alonso, figura un frase clave: «Nobody said it would be easy» (nadie dijo que esto sería fácil). Nada ha sido fácil.

Ya la salida de España, programada para el 27 de enero de este año, se aplazó debido a que la compañía española contratada no pudo volar a un inseguro aeropuerto de Bagdad. Con medios del Ejército del Aire despegaba el coronel Julio Salóm con sus primeros hombres el 7 de febrero. El contingente no se reagruparía hasta el 19. La Besmayah que encontraron no era precisamente un parque temático. Vivían con lo puesto y lo que pudieron transportar en los aviones. El apoyo marítimo enviado al conocido por muchos puerto kuwaití de Um Qsar llegaba un siete de marzo, pero debido a problemas diplomáticos y burocráticos no se descargó hasta primeros de mayo. Todos los contingentes que estrenan misión saben lo que pasa. Algún legionario veterano recordaría lo que encontraron en Diwaniya diez años antes.

En la base, buena disposición iraquí, cierta infraestructura norteamericana y poco más. Escombros, chatarra, años de abandono. Una vez más, trabajos de sol a sol, sin descuidar la seguridad, sin descuidar la misión. Cada mejora, cada inauguración –dicen– era un fiesta: el comedor, las letrinas, el locutorio, la lavandería, el gimnasio, las duchas. Los legionarios valoran el enorme trabajo de la Unidad de Apoyo al Despliegue procedente del Mando de Ingenieros y de la Fuerza Logística Conjunta. Para centrar su misión comprobaron cómo los paracaidistas norteamericanos de su 82 División ponían en estado de poder combatir a la 75 brigada iraquí que se graduó el 5 de marzo. Después le tocó a nuestro contingente, con apoyos puntuales norteamericanos y con la llegada en mayo de una sección de comandos portugueses, hacer lo mismo con la Brigada 92 que recientemente –15 de junio– también se graduó. Esta unidad había quedado desmantelada en los combates con el DAESH en el verano de 2014. Respondiendo al carácter territorial de las unidades iraquíes, procedía de Tall Afar una de las principales ciudades de la región de Niniwaw, cuya capital es Mosul, la actual capital del califato. Sus miembros estaban lógicamente sensibilizados tanto por haber sufrido en sus familias asesinatos, desplazamientos y secuestros como por haber perdido una parte importante de su patria. Eran frecuentes los parentescos entre sus miembros, lo que favoreció su cohesión. Faltaba inyectarles moral y voluntad de vencer, dotarles de materiales modernos y eficaces y una instrucción adecuada para la lucha a la que muy pronto deberán enfrentarse. Ya conocen aquella máxima: «Instrucción dura, guerra blanda; instrucción blanda, guerra dura». ¡Bien sé lo que les transmitieron los legionarios!

Podemos extraer de sus diarios de operaciones muchas anécdotas, cuando debo confesar que leyéndolas siento una enorme envidia. De los portugueses sólo hablan bien. Más que hermanos. Y reconocen los nuestros la calidad del café que preparan.

Extraigo un hecho entrañable no exento de este fracaso que acompaña nuestras vidas, pero que constantemente nos enseña. Lo refieren ellos como «la pierna de Adnan».

Entre los algo más de mil soldados de la Brigada 92 se incorporó uno al que le faltaba una pierna, seguramente a consecuencia de una acción de combate. Tenía mal curado el muñón y heridas en la otra pierna. Primeros cuidados en el botiquín y –enseguida –una reacción que comprendemos y alabamos: «¡A este tío tenemos que ponerle una ortopédica!» Decisión acertada; logística compleja. La financiación resuelta gracias a los beneficios deducidos de un bingo –por supuesto no autorizado por la SGAE– que se celebra los jueves. ¡Todo sea por la pata de Adnan! Se tomaron medidas, se encargó a España, pero llegó en uno de estos contenedores que se eternizaban en los muelles de Um Qsar. Cuando se localiza... no sirve. Regreso a España con unos especialistas de Transmisiones y vuelta a Besmayah con una oficial de veterinaria. ¡Tres veces atravesó el Mediterráneo la pierna de Adman!

Podría continuar. Hoy, 2 de julio, unos hombres y mujeres de nuestro Ejército aportan sus experiencias cumpliendo un mandato internacional, a fin de reforzar al legítimo ejército de Iraq para que recupere la soberanía de su país. Parece que no digo nada. Pero bien sabe el lector, que allí nos estamos jugando nuestra propia seguridad. Es lógico que mandemos un abrazo a quienes están en ello.