Julián Cabrera

Bipartidismo condicionado

Es cierto que de los comicios territoriales del pasado domingo no se puede desprender la idea de que el bipartidismo esté tocado, pero el escenario abierto con la irrupción de nuevos actores, aún por ver si han llegado para quedarse, abre un panorama que con la vista puesta en las generales, cuando menos, lo puede condicionar.

De entrada, la suma de votos entre socialistas y populares ha descendido trece puntos con respecto a las anteriores elecciones municipales –pasa de un 65 a un 52 por cien– y eso ya es indicativo. A partir de ahí la mirada a las generales se hace inevitable, la tradición de que a nivel nacional siempre acababa gobernando con apoyos de las minorías nacionalistas el partido más votado puede ahora verse en cuestión.

El acceso a La Moncloa venía teniendo lectura directa en el vencedor por número de escaños aun sin mayoría absoluta, fuera PP o PSOE, ahora sin embargo puede presentarse una variante tan distinta como que esa mayoría de escaños para gobernar tenga que salir de una de las dos nuevas hipotéticas sumas: la de populares con Ciudadanos o bien la de socialistas con Podemos.

Los «partidos emergentes» han pasado el corte de unas municipales y autonómicas que casi les sobraban a las puertas de unas generales a las que llegarán con la desventaja de la sensación de inestabilidad que se presume en no pocos territorios, pero con la ventaja, en el caso de Ciudadanos, de que será su líder, Rivera, quien fagocite la campaña en primera persona ya liberado de candidatos «frikis» y en el de Podemos, con el efecto lanzadera que puede suponer el tirón de nombres llegados a grandes alcaldías como Madrid o Barcelona. En el próximo Parlamento pueden cambiar hasta los enchufes.