Atlético de Madrid

Atlético de Madrid

Bobadas, las justas

La Razón
La RazónLa Razón

No es necesario renunciar para elegir. «La vida cobra sentido cuando se hace de ella una aspiración a no renunciar a nada» (Ortega y Gasset). Si el fútbol es la esencia, los colores deberían ser secundarios, pero no es así más a menudo de lo conveniente. Ganar en el último minuto de penalti injusto es una máxima, porque el fin, que es vencer, justifica los medios en este caso concreto. Y porque la polémica forma parte de este deporte. El debate lo mantiene vivo, lo enciende y prolonga días, semanas y meses jugadas que transcurren en menos de un minuto.

Para que prevalezca la esencia, es menester renunciar a lo insustancial, a la discusión estéril, a la bobada. ¿Hay que deplorar aquel encaje fastuoso del Barcelona o de la Selección por seguir a Mourinho? El reduccionismo empobrece, como el pensamiento único. ¿Por qué hay que elegir entre Simeone y Torres? ¿Por qué generar una trifulca fratricida por una decisión del entrenador que ha rescatado al Atlético de la intrascendencia? El Cholo se ha ganado el derecho a equivocarse, a elegir, y El Niño a ser banderín de enganche rojiblanco, el corazón que nunca dejó de latir conectado con esa grada; aunque con sus colores sólo haya ganado un campeonato europeo de cadetes y la Liga en Segunda División. Quiere algo más y sabe que con Simeone puede conseguirlo. Por eso nunca discute sus decisiones. Acata y calla desde los 33 años cumplidos ayer.

«Cada vez que me pierdo en la realidad es porque me encuentro en tu fantasía», escribe con certeza María José Redondo –amiga, que no familiar–; pero en el fútbol no hay que extraviarse. El Cholo sabe cuáles son sus objetivos, que El Niño comparte. Por eso no fantasean.

Tampoco Zidane cuando se atreve a quitar a Cristiano Ronaldo. Ni el seleccionador Julen Lopetegui, al recuperar a Pedro para la causa.