Alcoholismo

Borracheras patronales

La Razón
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Vísperas de San Fermín. Con San Juan, Pedro y Pablo celebrados damos por inaugurada la temporada de festejos populares. En esto también los tenemos de todos los tamaños. Los que atraen a la muchachada internacional con toros «astifinos» que quitan el polvo de las talanqueras. Los hay de pasacalles colorista cargados de bombo y caja. Tenemos las empedradas plazas donde no entra el trailer de la orquesta, incluso las romerías minoritarias con sol a plomo y gaiteros torturadores en connivencia con «redoblantes» sueltos de bordón. Son días que de manera automática o curiosa hemos incluido en nuestro calendario vital y que mueren en muchos pueblos y ciudades. Los efectos de la crisis y la pereza en las concejalías a la hora de las programaciones se han cargado la tradición a cambio de botellón. Venimos de unos años en los que las cuentas municipales, como las familiares, temblaban... así que se ha cubierto lo básico para que no hubiera revueltas y nada se ha hecho para dar un nuevo impulso en el que puedan participar propios y forasteros. Esto ha degenerado en una perversa moda ya irreversible. Lo que se gastan los Ministerios y Consejerías de Sanidad y Educación durante el curso para alertar de los problemas del alcohol y las drogas, se quema en unos días en los que podemos ver a los jóvenes con borracheras de espanto ante la inacción municipal. La carencia de ideas o de iniciativas para mantener vivas las fiestas populares se ha compensado con una libertad insalubre para que seamos los líderes entre los países de la OCDE en esas encuestas de «mi primera melopea». España ha sufrido una merma en su calidad festiva. Los elementos de tradición y arraigo entre los más jóvenes se han limitado a extender el «bebercio» a las calles principales, ornamentar las aceras y portales con orines en «torrentera» y que la ingesta de alcohol sea a tiempo completo. Cuando crezcan no tendrán ese incentivo y esas fechas de «peñas» y «te acuerdas de...» dejarán de existir. Entonces algún alcalde o alcaldesa se preguntará: ¿qué nos ha pasado para que lo que fue un polo de atracción se haya convertido en un asco? Pues que falta imaginación, que no se ha ampliado la oferta para «reinventar» desde lo auténtico. Por eso crecen los festivales musicales y están en coma etílico las fiestas patronales.