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«Bye, bye» Bale

La Razón
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Empezaba a asombrar Gareth Bale en el Tottenham, con 18 años, cuando Muamba, del Birmingham, el 12 de diciembre de 2007 le rompió los ligamentos del tobillo derecho. Ocho meses después reapareció. Superó el calvario. En abril de 2013, contra el Basilea, a punto de concluir el partido, se torció «el tobillo». En dos semanas, listo. Ese verano le fichó el Real Madrid por 100 millones. El 22 de noviembre de hace un año, se retiró en Lisboa con dolores en «el tobillo», siempre el derecho. No parecía grave, pero sufrió una luxación de los tendones peroneos. Complicaciones. Él no era partidario del quirófano; prefería un tratamiento conservador. Los médicos le recomendaron la intervención quirúrgica y una semana después le operó el doctor James Calder en Londres. No jugó 29 partidos.

Desde que llegó al Madrid hace cuatro años, Bale ha sufrido 19 lesiones musculares y se ha perdido 72 encuentros. Lo más regular de su peripecia son las recaídas. ¿Es un jugador de cristal? El doctor Alfonso del Corral descartó hace tiempo esa conclusión y aludió a la ansiedad, sobre todo, a la angustia, a la presión, como causas fundamentales de tantos problemas físicos. Otros especialistas sugieren que operarle del tobillo posiblemente fue una decisión equivocada, «porque ha ido a peor», lo cual no deja de ser una hipótesis. Pero no descartan que la cabeza del futbolista y su falta de adaptación hayan intervenido decisivamente en la consumación de la catástrofe. Y sin embargo, no consideran a Bale un caso perdido. Es más, presagian que si regresara a la Premier, donde la mayor parte de las lesiones que sufrió tuvieron un origen traumático y no psicosomático como acaso las últimas que está padeciendo en la Liga, podría desempeñar su trabajo con regularidad, sin ansiedad ni presiones ni zozobras ni angustias ni temores. Estaría en su casa, en su salsa, integrado. Así, pues, parece que lo más sensato es el traspaso. Aunque duela, «bye, bye» Bale.