Enrique López

Cadena perpetua

La Razón
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Hace unos días el Congreso acaba de aprobar una proposición no de ley para abolir la prisión permanente revisable por una amplia mayoría. Lo cual nos deja a los que defendimos, e incluso inspiramos su regulación, en un lugar difícil. Ante esta aplastante mayoría parlamentaria, los que como yo defendemos esta pena nos sentimos azorados, e incluso nos hace dudar sobre si no nos habremos equivocado. Para tranquilizarme y obtener sosiego vuelvo a mirar a Europa y observo que la pena en cuestión sigue vigente en la inmensa mayoría de los países, excepto en aquellos que padecieron dictaduras hasta bien entrado el final del siglo veinte como Portugal o Grecia. Ante ello, alcanzo un momento de paz y me reconcilio conmigo mismo y mi forma de pensar. Por si hubiera alguna duda, refresco el resultado de una encuesta que, como responsable del Observatorio de la Justicia de la Fundación Walters Kluwer desarrollamos hace unos años, y me encuentro que el 75% de la población española aplaudía la existencia de una pena de este tipo, ante lo cual me digo que puedo dormir tranquilo y que no soy una especie de jurista propio de una dictadura, como pudiera ser en estos momentos Venezuela. Por cierto, régimen político abominable defendido en nuestro país por una suerte de políticos a los que es difícil entender. Pero para mayor tranquilidad, tiro de hemeroteca y recuerdo un terrible suceso en nuestra historia reciente como fue el asesinato de Marta de Castillo, el cual tuvo como final la imposición de la máxima pena que permitía en aquel momento nuestro Código Penal, veinte años de prisión. Su pobre familia tuvo la mala suerte de que su hija fuese asesinada sin móviles terroristas, lo cual provocó una gran manifestación en Sevilla contra la resolución judicial, cuando en el fondo, ante lo que protestaban, era contra la lenidad del nuestro Código Penal. Los que están en contra de la prisión permanente revisable dicen que tenemos una ley penal que ya castiga de forma muy dura el asesinato, pero se olvidan de que se trata del asesinato terrorista, y no del menos vil atentado, como fue la muerte de la joven sevillana. Ante todo ello, me pregunto cómo algunas fuerzas políticas que se vanaglorian de pensar sólo en los ciudadanos no piensan en esta materia como los ciudadanos, para no caer en la trampa que les tienden. Todas la críticas técnicas que se hace a una pena como es la prisión permanente ceden ante algo que es sagrado, los ciudadanos hemos decidido hace varios siglos abandonar la venganza privada situando la respuesta ante los delitos que nos afectan en el Estado a través de la Ley, y por eso, como consecuencia de este contrato social, el Estado sigue atado a sus ciudadanos y no a los juristas que creen que lo saben todo y que están por encima de la sociedad a la que deben servir. Lo triste es que gente responsable se dejó seducir por tamaño engaño y abandona su esencia, pensar en el ciudadano, y lo que es más triste, nadie está orgulloso de haberse situado en la normalidad europea.