Restringido

Caiga quien caiga

Está aflorando ahora en España toda la corrupción de los últimos tiempos, que permanecía escondida y acumulada. Puede decirse que, con el Gobierno de Rajoy, se está haciendo limpieza general. Será porque a la fuerza ahorcan o por la fuerte presión de una opinión pública irritada. El caso es que la Policía, la Fiscalía, la Agencia Tributaria y los jueces están actuando con diligencia, sin interferencias apreciables del poder, lo contrario de lo que venía ocurriendo hasta ahora cuando se trataba de casos sensibles. ¡Cuántas presiones de altura, cuántos pactos de silencio y de echar tierra encima para evitar males mayores! Los distintos mecanismos de control están actuando ahora con diligencia y a veces con especial agresividad, y hasta con saña, si se trata de pasados asuntos oscuros del partido del Gobierno.

El «caiga quien caiga» está convirtiéndose en una consigna efectiva, y los que han cometido un delito o han visto que caía sobre ellos la sospecha de una irregularidad en el manejo del dinero no sólo tendrán que someterse a la Justicia, sino que durante el interminable proceso sufrirán el implacable juicio paralelo de los medios de comunicación y serán sometidos, ellos y su familia si son personajes conocidos, a la pública vergüenza. La gente de la calle, agobiada por las penurias derivadas de la crisis económica, se vuelve justiciera y exige castigos ejemplares para los que, en las presentes circunstancias, se han apoderado de los bienes ajenos. Seguramente nunca, en toda la historia de España, se había luchado tanto contra la corrupción como en estos últimos años. Incluso están creándose nuevos instrumentos legales contra esta lacra social y política, empezando por la financiación de los partidos y de las campañas electorales. Hoy aquí la corrupción sale más cara que ayer, pero menos que mañana, lo que no deja de ser un avance importante.

Sea por esto o por lo que fuere, el hecho es que, según el último sondeo del CIS, en un mes, lo que va de enero a febrero, la preocupación de los españoles por la corrupción ha bajado de golpe siete puntos, a pesar de seguir siendo cada día titular de primera página en los periódicos, tema central de los telediarios, entretenimiento preferido de las redes sociales y argumento clave de las nuevas fuerzas políticas que pretenden abrirse paso a codazos como puras e incontaminadas (el «caso Monedero» y la sombra alargada de Venezuela han desvirtuado sin duda en Podemos la fuerza de tal argumento). Sigue siendo, sin embargo, la segunda preocupación tras el paro. Inquieta e irrita sobremanera a casi la mitad de los ciudadanos. Pero, aunque los efectos de la mejora de la economía no se sienten aún demasiado en la calle, este descenso, junto con la leve crecida del optimismo sobre el futuro económico –también la preocupación por el paro baja casi un punto–, hace pensar que, si se mantiene la tendencia positiva, ni Susana Díaz se verá demasiado afectada por los ERE de Andalucía, ni el PP perderá las elecciones a final de año, ni el bipartidismo estará definitivamente liquidado. Sólo, eso sí, limitado.