Rosetta Forner

Caín pirómano

La Razón
La RazónLa Razón

La muerte siempre se nos antoja injusta, inapropiada e innecesaria, sobre todo cuando se trata de jóvenes. La muerte no entiende de edades cronológicas. Empero, no podemos hallar consuelo si se presenta movida por los hilos de un ángel oscuro y caprichoso. ¿Gamberros haciendo gamberradas? Deberíamos replantearnos qué escala de valores les estamos inculcando a los jóvenes en general. ¿Les enseñamos a amar la vida? En esta pérdida del respeto y de la valoración de la vida propia y ajena, ¿tendrá algo que ver el que la Religión es mal recibida, o sea, excluida en la escuela y en los programas de televisión? La violencia engendra violencia. Demasiadas escenas violentas en películas y en series televisivas. Demasiadas. Porque de tanto verlas, se han normalizado. Aunque, los padres parecen haber abjurado también de sus deberes de educadores, y en lugar de dedicarse a ayudar a crecer recto el árbol, lo dejan a su libre albedrío, no sea que se le traumatice, porque lo de ejercer la autoridad es algo «demodé» que huele a «rancio». Todos necesitamos de normas para podernos conducir por la vida puesto que todos terminamos donde empieza el otro. ¿No tiene valor la vida para esos jóvenes que han prendido fuego? ¿Ignoran que sus actos tienen consecuencias, algunas irreversibles? ¿Quién les educa moral y espiritualmente? Si el Cielo no existe, si Dios es una invención, ¿quién teme a las consecuencias? Nadie. No se trata de vivir con miedo sino con respeto a la vida propia y ajena, a la Vida en general. Somos divinos y somos diabólicos. Gamberradas sin posibilidad de solución. Los hechos, en el mundo real, no pueden ser borrados como se borra un mensaje de whatsApp. La realidad virtual en la que vivimos, con esa exaltación de la brutalidad, el insulto, la vejación y el ejercicio de «libertad», tiene consecuencias desastrosas como esta. Eliminar, simbólica o literalmente, a todo aquel que no piensa como uno, es una horrible distorsión del concepto libertad de expresión.