Restringido

Cambiar las elites

La Razón
La RazónLa Razón

El vicepresidente de una conocida banca de inversiones, especializada en fusiones y adquisiciones, comenta entre sus allegados que está en una lista. El caballero en cuestión acumula entre sus lustrosos entorchados los más preciados títulos, premios y cargos que cualquier catalán políticamente correcto podría soñar. Vicepresidente del Barça, condecorado pomposamente con la Creu de Sant Jordi de la Generalitat y otrora nombrado director de TV3 y Catalunya Ràdio, durante los gobiernos de Jordi Pujol (al que hizo de chófer en 1977). Miembro de la elite más exclusiva del oasis catalán, parece que últimamente ha recibido alguna visita molesta en su despacho profesional a cuenta, según dice, de la lista.

Una lista que pretende cambiar las elites catalanas; reemplazando a unos dirigentes corruptos que han vampirizado a la productiva sociedad civil catalana y que atienden al diktat que emana de una burguesía agotada; por una nueva élite dinámica, abierta, moderna y que responda a las necesidades reales de los ciudadanos catalanes.

Cataluña ha sufrido el acoso de unas elites extractivas que no nos merecemos. La lista de marras dicen que está plagada de nombres de personajes creados en torno al fango nacionalista y en ella destacan los empresarios que invierten sus beneficios en medios de comunicación al servicio de la sedición, los comisionistas separatistas que detentan presupuestos públicos millonarios, algunos de los más preciados ejecutivos enriquecidos con sueldos millonarios que dirigen empresas claves de la economía hispana y que en verano juegan a patriotas en sus comilonas privadas de la Costa Brava, y algún banquero que engaña con patrañas bienintencionadas a los ciegos mesetarios que creen tener el tablero controlado.

La elite catalana fue golpeada por el «caso Palau», que fue el primero que evidenció que el orden establecido por la costra nacionalista era una anomalía condenada al fracaso. Posteriormente, el «caso Pujol» agitó la vida política y social catalanas al poner en la picota a la familia real catalana y toda su corte de aduladores y encubridores del mayor escándalo perpetrado en estos lares. Y por último, el «caso 3%», que desmorona la épica secesionista al evidenciar la red clientelar y de mordidas mafiosas del aparato convergente.

Cataluña necesita cambiar su sociedad civil, y para ello debe mudar sus elites y transmutar las viejas glorias de comisionistas y tramposos, por nuevos empresarios y dirigentes sociales que actúen acorde con los nuevos tiempos. Ciudadanos libres de la corrupción nacionalista y que vuelvan a pensar en España como nos sugería Vicens i Vives en su imprescindible obra «Industrials i Politics», sobre las elites catalanas.

La construcción de una nueva clase dirigente del catalanismo, asumiendo sin ambages la especificad de la estructura social catalana, la vigencia de un derecho propio y de la convivencia pacífica de nuestras lenguas; pero entendiendo que debemos abandonar la corrupción como sistema normal de funcionamiento de la máquina administrativa catalana, como han ejercido hasta ahora los listos de la lista.