José María Marco

Cambio y continuidad

La Razón
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Hubo un tiempo, que empieza a parecer muy (pero que muy) lejano, en el que la opinión pública parecía haber perdido el respeto que suelen infundir los saltos en el vacío. Parecía que nadie tenía nada que perder y que, con tal de cambiar –cambiar las caras de los gobernantes, los partidos, una realidad que disgustaba– se estaba dispuesto a darlo todo por perdido. Fue un brote de irresponsabilidad adolescente, sorprendentemente contagioso. Nueva política, nueva representación, nueva economía, nuevo régimen.

Hoy el panorama es muy distinto, y no porque entretanto no hayan cambiado muchas cosas. Al contrario: tenemos un nuevo monarca, hemos dejado atrás la crisis económica, el nacionalismo secesionista ha perdido su prestigio y hemos recuperado un puesto relevante en la escena internacional, en particular en la Unión Europea. Detrás de estos cambios están, como es natural, las demandas formuladas en el momento duro de la crisis económica y política. Ahora bien, también están los elementos de continuidad que han hecho posible los cambios sin la ruptura que parecía inminente y, para buena parte de la opinión pública, deseable. El ejemplo más claro lo da Felipe VI, que comprendió –nos libramos de otro rey regeneracionista– que no se trataba de abrir una segunda transición. Al contrario, se trataba de continuar lo hecho para poder hacer posible el cambio. Es esa misma actitud la que permitió que se tomaran el conjunto de medidas conocidas como reforma laboral y que han acabado con la excepcionalidad española en empleo. Es esa actitud la que está detrás de las reformas que han empezado a liberar el potencial de la economía española, y es esa actitud la que ha llevado al nacionalismo vasco a evolucionar hacia el neoforalismo, a pesar de sus recientes querencias gibraltareñas, y a la elaboración, tan laboriosa como arriesgada, de un consenso acerca de la unidad de nuestro país, dentro y fuera de España. Esto contribuye a explicar los resultados del sondeo publicado en estas páginas el pasado domingo. Sigue ganando, y progresando, el PP, la única fuerza que ha sabido comprender la necesidad simultánea del cambio y la continuidad. Así nos hemos convertido en un modelo de cómo es posible superar la crisis y, sin estridencias, detener la ola populista –de la que el secesionismo formaba parte– y responder a las inquietudes que lo impulsaron.