Alfonso Ussía

Camisas pardas

La Razón
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Asaltan uniformados, como los «Camisas Pardas» hitlerianos, si bien con menos empaque en la uniformidad. Lo hacen con violencia y camisetas granas. Los dos jefes visten de forma diferente. David Fernández y Anna Gabriel, reputados charnegos, como allí denominan a los catalanes que proceden de otros lugares de España. Fernández y Gabriel no compartieron la armonía cromática del resto de los asaltantes de la sede del PP en Barcelona. Unos mandan y otros obedecen, que la jerarquía es la jerarquía.

Escribió Edgar Neville un relato brevísimo y muy divertido en el que ensalzaba la coquetería femenina. Adán y Eva, solos en el Paraíso. Adán se está afeitando con su «Gillette» y pasa Eva, camino del lago, para adecentarse. Adán le chista. –Chist, chist–, y Eva, sin detenerse pregunta: –¿Es a mí?–. La imagen que tenemos de Adán y Eva es cinematográfica, y nada aproximada a la realidad, que por otra parte, es pura invención. Un Adán guapo, fornido y sonriente, y una Eva rubia y despampanante con el cabello sedoso cubriéndole pechos y culo. De haber existido, tanto Adán como Eva serían lo más parecido a dos primates. Pero la imaginación del ser humano es también una excusa para escapar de la fealdad. No deseo, bajo ningún concepto, herir susceptibilidades. Pero si Eva hubiera sido como Anna Gabriel, ni árbol del bien y del mal, ni serpiente enroscada en su tronco, ni manzana prohibida, ni Abel ni Caín. Fin de la humanidad. Porque la Eva de nuestros sueños era guapa y muy obsesiva con la higiene personal. Ante un arroyo, un regato, un río, una laguna o un lago, Eva perdía la cabeza, se sumergía en las aguas frías y se libraba de adherencias con las esponjas marinas que previamente le había regalado Adán, consumado submarinista. Y el jabón «Lux». Como el que no encontró en los comercios de Marbella una duquesa esnob y dicharachera. «No he encontrado en todo Marbella jabones “Lax”». Una amiga le corrigió. «No pidas “Lax”, sino “Lux”»; y la duquesa, erre que erre. «Prefiero no bañarme a perder mi inglés». Tengo para mí, que Anna Gabriel, por los gestos que protagoniza en el parlamentillo catalán pasando sus dedos por el axilamen para posteriormente llevarlos hasta su nariz, es de la banda de la duquesa. Bonito título para una novela: «La duquesa y la inmigrante charnega». A ver si consigo el próximo «Planeta».

Pero me he escapado de mí mismo. Vuelvo al asalto de las juventudes de la CUP a la sede del PP en Barcelona. Esas cossas nno se hacenn, Anna. Retomo la correcta ortografía del español. Esas cosas no se hacen. Recuerdan tiempos muy desagradables para la humanidad. De los «Camisas Pardas» pasamos a las «SS» de Himmler. O a los comités revolucionarios de Stalin y Beria. Cataluña es una autonomía española caracterizada por su pujanza y buena educación. Al menos, así era la Cataluña que yo he conocido y disfrutado. He visitado en más de un centenar de ocasiones Barcelona, y jamás me topé por sus calles a personas como usted, o como David Fernández, o como Garganté. ¿Dónde se escondían?

Que una diputada autonómica, portavoz de la CUP, participe en el asalto a la sede de un partido democrático, dice muy poco de esta nueva Cataluña independentista, ineducada, soez y violenta. Por fortuna, sigue existiendo, con amplia mayoría, la Cataluña culta, sensata, trabajadora y constitucionalista, que no por casualidad la más amplia votación positiva a la Constitución Española de 1978, tuvo lugar en aquellos amados lares del nordeste español.

Su Cataluña es un insulto a Cataluña. Y una butifarra a la democracia. Y un peligro para la libertad. Entiendo que Adán se suicidara cuando se encontró a solas con alguien como Anna Gabriel en el Paraíso.