PSOE

Capirote de nazareno

La Razón
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Todavía no he dado con él, porque hace cinco décadas que no salgo de procesión, pero seguro que en algún desván sigue mi traje de nazareno. Y cuando lo encuentre, me pondré el capirote y haré penitencia. No me queda otra. Yo fui el que el 29 de octubre, cuando Pedro Sánchez renunció al escaño y anunció que cogía el coche y se ponía a recorrer España, afirmé rotundo que el recién defenestrado secretario general no sacaba el utilitario ni del garaje. Pues para mi vergüenza aquí lo tienen, 207 días después, de nuevo en el cargo y con el PSOE rendido a sus plantas. No me voy a escudar en que Susana Díaz ha resultado un bluf, aunque eso es más que evidente. Tampoco voy a alegar que el resultado de las primarias del PSOE es en buena medida consecuencia de la ristra de corrupciones en las que ha aparecido envuelto el PP en los últimos meses. La clave de mi bíblica pifia como analista y profeta estriba en que apliqué la racionalidad a algo que es absurdo y descabellado. El PSOE, el actual, el que ahormó el malhadado Zapatero, alimenta en su interior una pulsión suicida. Que sus militantes hayan dado una victoria abrumadora a un tipo sin programa, marcado por las derrotas electorales, la ambición sin límite y los vaivenes ideológicos, deja claro que ese partido no tiene ya nada que ver con el que encabezó Felipe González, fue esencial para la gobernabilidad de España y desde la moderación protagonizó la etapa más renovadora de nuestra historia reciente. Sánchez, que ha tenido como único eje de su campaña la promesa de imposible cumplimiento de echar a Rajoy de La Moncloa y conformar, con la actual configuración del Parlamento, una mayoría de gobierno alternativa al PP, encarna mucho más nítidamente que Pablo Iglesias el auge del populismo en nuestro país. Anda el personal angustiado, preguntándose en voz alta qué va a ocurrir ahora y mi impresión, aún a riesgo de equivocarme como hice hace siete meses, es que poca cosa. Volvemos al punto de partida, con la gran diferencia de que ahora tenemos Gobierno, la economía ha arrancado y PSOE y Podemos pelean por el mismo público, lo que deja el centroizquierda a merced de Ciudadanos. Como entonces, todo le valdrá a Sánchez contra el PP, pero la aritmética parlamentaria condena sus maniobras al fracaso. Siempre y cuando Rajoy y los suyos dejen de hacer el canelo, entren al debate ideológico y pongan coto definitivo a los mangantes, tendremos legislatura hasta 2019.