Música

Madrid

Carmena odia la música

La Razón
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Ahora que la alcaldesa de Madrid es también responsable de Cultura quiero que explique a los madrileños por qué odia la música. Y si no la odia... por qué ha hecho de una ciudad de canción, garitos y banda una ciudad silente. Por qué, puestos a poner ejemplos, decide perseguir con sus municipales a las charangas que ilustran el carnaval. Por qué la última cabalgata de reyes, sin «espantajerías» por fortuna, estuvo ayuna de ritmo y sintonía, de intérpretes y ejecutantes. Por qué los grandes promotores pasan de Madrid porque no encuentran interlocución en el Ayuntamiento. Por qué a los pocos valientes que todavía quieren mantener locales para disfrutar de la música en vivo, en lugar de caer en la franquicia, se les persigue con exigencias e inspecciones diarias y al detalle. Por qué no hay una programación con sentido en los espacios gestionados por el consistorio. Por qué no se ceden escenarios para que quienes crean puedan mostrarlo a los demás. ¡Música, alcaldesa, queremos música! Disfrutar de la música y conocer la música. En Madrid hace tiempo que se puso en marcha una fórmula magistral para que toda la población tuviera acceso a la más elemental formación. Las escuelas municipales de música se convirtieron en un lugar de encuentro de grandes y pequeños, con sus combos, sus bandas... y su precio. Estas escuelas han sido la única oportunidad de las clases populares para conocer y disfrutar de la música. Primero fue la crisis y ahora el abandono, pero los profesores de estos centros han visto como eran sometidos y torturados con bajadas de sueldo, ignorados y con condiciones de miseria. Lo peor es que ahora ni siquiera pueden hablar con alguien en Cibeles. Esa presión laboral irremediablemente se traslada al alumnado y sobre todo ese comportamiento de la administración es plomo en las alas del empuje y la ilusión. Alcaldesa, estos meses que se va a quedar con la responsabilidad, tiene la oportunidad de parar la hemorragia. Si no lo hace será cómplice de la muerte de una disciplina artística que en Madrid ha sido santo y seña. Se nos va y cuando se espanta la música sólo queda el silencio y una sociedad cabizbaja. Me disculparán los que me leen desde fuera de Madrid, pero quizá sea el comportamiento de este Ayuntamiento equiparable al de otros. O quizá se pueda comparar con los que han decidido hacer del arte una de las razones de ser de la gestión municipal. Porque los hay.