Cristina López Schlichting

Carta a mi amigo de Vic

La Razón
La RazónLa Razón

Querido Carles: Se me partió el corazón al saber que no venías a la manifestación constitucionalista de Barcelona. Sé de sobra que te sientes catalán y español, así que sólo puedo atribuirlo –perdóname– al síndrome de Estocolmo de los pocos de Vic que aún creéis en la unidad pero estáis completamente rodeados de independentistas. Me has dicho que no quieres «sumarte a estas movilizaciones que dividen». Esta vez, lo confieso, no te entiendo, no consigo seguirte. No voy a negarte que Cataluña no esté partida, profundamente dañada. Incluso puedo conceder que te duelan los golpes físicos recibidos por las personas que se empeñaron en ir a votar contra la ley, pese a que se les advirtió una y mil veces de que no debían colaborar con ese delito que rompía la convivencia y aunque no debieron fiarse de quienes les decían –mintiendo– que ir con niños y ancianos no entrañaba peligro.

Pero lo que de verdad no comprendo es que nos sientas extraños hoy, sólo por decir por primera vez en libertad y en alto la palabra España. ¿Cuántas veces no hemos gritado tú y yo «Visca Catalunya» y «Viva España» juntos? Recuerdo tu magnífica voz en las habaneras, esas lánguidas canciones de ida y vuelta con América, entonadas tan a menudo desde las playas de Calella. No, hermano, perdona pero no. Hoy no salen a la calle en Barcelona fachas peligrosos. Tampoco gente que quiera dividir ni despreciar. No te niego que los habrá también –siempre hay descerebrados en todas partes, mira por ejemplo dentro de la CUP– sin embargo no somos mayoría. La mayoría dice, por fin, en alto, que está en su tierra también. Que se siente española y catalana, que está en su derecho de sentirse contento por ser parte de esta preciosa comunidad de 46 millones de personas de todos los colores y lenguas y ondear la bandera que se inventó Carlos III.

Cataluna es la corona de España, nuestra tierra más rica, la que más lee, la que más turistas atrae. Nos causa admiración a los demás. Tienes que venir a la manifa, Carles, para que todos vean que nos queremos, para que sientas que no es verdad que nos odiamos los unos a los otros. Estamos al borde de un enfrentamiento fratricida por culpa de los que usan Cataluña para su causa, y las heridas que ha sembrado el odio son graves, pero tal vez estemos a tiempo de evitar cualquier derramamiento de sangre. Seguramente lo estemos si todos tendemos la mano, si se detiene la sedición y después, modificamos un poco nuestras posiciones y negociamos una Cataluña nueva, común y fuerte. Pero para eso lo primero es vencer el recelo. Vente a la manifestación de Barcelona, Carles. Deja el miedo, muéstrate. Los españoles somos capaces de lo peor, pero también de lo mejor. Tal vez el instante más negro sea el preludio de una luz esperanzadora. Visca Catalunya, Viva España. Te abraza Cristina.