Carmen Enríquez

Ceremonias muy diferentes

Sesenta y ocho años es un espacio de tiempo lo suficientemente largo para que se puedan observar los cambios y la evolución que se han producido en un acto tan significativo en la vida de tres generaciones de una misma familia, como es la celebración de la primera comunión de uno de sus miembros. Del traje de marinero –blanco, con pantalón largo y sin galones de ningún tipo que llevó ese día tan especial en la vida de un niño como fue el Rey Juan Carlos, al sobrio uniforme de colegio falda gris, camisa blanca, corbata en tonos azul y amarillo y blazer marino oscuro– que vistió ayer la Princesa Leonor, sin olvidar la camisa blanca y el pantalón corto del mismo color que llevó hace 40 años el hoy Rey Felipe VI.

A esas diferencias hay que unir otras: que tanto el padre de la actual Princesa de Asturias, como su abuelo comulgaron por primera vez en ceremonias exclusivas, en lugar de hacerlo con sus compañeros de colegio o con otros amigos o familiares. Don Juan Carlos tomó por primera vez la comunión en la Capilla privada de un cardenal portugués, en el Palacio Patriarcal de Lisboa, un 5 de enero de 1947, día de su noveno cumpleaños. Sus padres, los Condes de Barcelona, vivían en Estoril como exiliados del régimen franquista. Y comulgó en solitario porque ésa era la costumbre imperante entre los miembros de las Casas Reales, cuyo rango requería una situación distinta y distante de la acostumbrada por los chicos y chicas de una posición social más corriente.

Don Felipe tampoco compartió el día de su primera comunión con los otros niños y niñas de su edad con quienes iba a clase en el Colegio Santa María de los Rosales, el mismo de sus dos hijas. Los Reyes Juan Carlos y Sofía eligieron la misma fecha para la primera comunión de sus tres hijos: el 30 de mayo, festividad de San Fernando, rey español que llegó a ser santo por su vida de firme observancia católica. El hasta hace un año Príncipe de Asturias comulgó por primera vez en 1975, cuando sólo tenía 7 años de edad, en la ermita que hay delante de la entrada a la Zarzuela. En pleno siglo XXI, la Princesa Leonor marcó ayer el salto decisivo a una nueva era en los privilegios y excepciones de antaño, que han sido relegados en pos de la integración plena en la normalidad.