PSOE

¿Chantaje a una gestora?

La Razón
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El gas tóxico derramado por el sanchismo sobre la militancia del PSOE durante las últimas 44 semanas, las que llevamos sin gobierno desde los comicios del pasado diciembre, no se va a evaporar de un día para otro. El Comité Federal reunido ayer en Ferraz se esperaba no demasiado largo, pero tampoco indoloro. La fotografía que nos brindaba «la sexta» de las maletas apiñadas en una salita esperando ser devueltas a primera hora de la tarde a Atocha o al puente aéreo demostraban lo primero, esas peticiones de palabra previstas tras la votación se quedaron en declaraciones a las puertas de la sede federal con señas al taxista y trolleys en mano. Lo segundo ha sido bastante más doloroso de lo previsto. El máximo organo de dirección socialista ampliaba la ventaja del nuevo sector oficial frente a eso que en un reduccionismo tal vez demasiado fácilon y más relacionado con la lucha por el poder que con la ideología se ha acuñado como «sanchismo». De los 25 votos de diferencia en el comité «akelarre» que hace unos días señalaba al secretario general la puerta de salida se ha pasado a esta otra diferencia de 44 que le abre a Rajoy la de La Moncloa. Un margen aún demasiado estrecho que sigue situando al PSOE en claro riesgo de ruptura.

Pero la gran pregunta que hoy nos formulamos quienes no hemos visto en esta formación en décadas ni una sola decisión del Comité Federal bajo amenaza de ser incumplida, es por qué ahora sí se esgrime esa amenaza, aun contraviniendo una decisión emanada de votación abierta y amparada por los estatutos de la organización. La respuesta sólo tiene que ver con la intención de trasladar toda la presión a un grupo parlamentario que tiene el mandato «literal» de abstenerse en la investidura según palabras textuales de Javier Fernández, presidente de la gestora.

Tras escuchar a partidarios del «no es no» como Luena –todo un ex secretario de organización para más señas– pedir libertad de voto y «abstenciones técnicas», a Borrell agitar el artículo del reglamento interno que permite votar en conciencia o a Armengol exigir «inteligencia» a la gestora a propósito de su mandato a los diputados, no parecen caber demasiadas dudas de que en la batalla por el poder a medio plazo en el PSOE va a contar y mucho como arma arrojadiza la actitud de grupo parlamentario en la votación del domingo 30.

En este punto, puede que no sea ya tan importante el sentido del voto mayoritario, como la imagen que a futuro se ofrezca esta semana en el pleno de investidura. Prescribir a once diputados una momentánea incontinencia prostática puede ser un número de la cabra propio de indisimulable debilidad. Siempre será más idóneo lo contrario, el mal menor de once votando «no» con el consiguiente control posterior de daños. Las opciones parecen claras, o respetar el mandato democrático de un Comité Federal o el ejército de Pancho Villa. Las noches estrelladas de travesías del desierto dan mucho para la reflexión.