César Vidal

China (II): Fecundos y familiares

Me refería en mi última columna a cómo la visión del trabajo y de la prosperidad moderada constituye uno de los pilares del despegue espectacular experimentado por China en las últimas décadas. La segunda base es la visión de la familia. Que resulta políticamente incorrecta admite escasa discusión, pero los resultados son absolutamente innegables. Paseando por las calles se advierte que la sociedad china no está envejecida como la europea ya que abundan los jóvenes y los niños, y, hablando con sus gentes, se descubre una lista de prioridades realmente llamativa. Cajeras de banco o empleadas de hotel, profesoras de universidad o tenderas, las mujeres señalan una y otra vez como meta principal de sus vidas la de encontrar un hombre bueno con el que casarse y tener hijos. Conmueve escuchar a una tras otra que, independientemente de su labor concreta, considera que lo mejor que puede hacer por la sociedad es ser esposa y madre. Hasta qué punto esa visión es oficial puede verse en el último libro escrito por el presidente Xi Jinping. De la descripción de Peng Liyuang, su esposa, destaca tanto como su innegable categoría artística reconocida internacionalmente el hecho de que le prepare la cena todas las noches. No quiero imaginar qué sucedería en España si de las esposas de ZP o Rajoy se hubiera afirmado algo semejante, pero la sociedad china considera ejemplar no sólo esa conducta sino también el que Xi Jinping sea un padre y marido ejemplar. Si esos son los modelos oficiales no puede extrañar que sean innumerables los chinos que, para superar el límite legal del número de hijos, viajan a Hong Kong o recurren a mil y un expedientes. Que nadie se engañe. Las condiciones económicas de esas parejas –especialmente en el campo– son mucho peores que las de la media española, pero los chinos, a diferencia de millones de occidentales, creen en la importancia primordial de crear una familia. Las repercusiones de esa visión no sólo en la sostenibilidad del sistema social sino en la expansión de las empresas resultan verdaderamente espectaculares. Examínese el entramado de los millonarios chinos en cualquier parte del mundo, sin excluir España, y se descubrirá que salieron de los estratos sociales más modestos gracias a que los padres, los tíos o los abuelos los avalaron en sus esfuerzos por progresar. Ríanse, pero mañana los chinos costearán sus pensiones y contarán con una estabilidad social que no podemos siquiera imaginar. Será así porque son fecundos y familiares.