José María Javierre

Ciento veinticinco años

La Razón
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Una diferencia fundamental entre las personas físicas y las instituciones es que en las primeras los años aportan decrepitud mientras que las segundas, si saben renovarse, pueden encontrar nueva juventud después de cumplir lustros o decenios. El Pontificio Colegio Español de San José ha cumplido el 1 de abril ciento veinticinco años de existencia. Para los que no conozcan esta más que benemérita institución les diré que se trata de una residencia sacerdotal en la que sus residentes realizan estudios de post graduado en algunas de las más prestigiosas universidades pontificias de Roma, la Gregoriana entre ellas. Añadiendo un comentario más confidencial se la conoce como la «fábrica de obispos» ya que entre sus alumnos ciento veintiocho fueron nombrados en su día obispos de diócesis españolas; de los cuales cinco alcanzaron la dignidad cardenalicia. Como balance no está nada mal.

El Colegio fue fundado a finales del siglo XIX por el Beato Manuel Domingo y Sol con la ayuda del Papa León XIII que les cedió como sede el histórico Palacio Altemps hoy convertido en Museo Nacional Romano. El intrépido sacerdote tortosino fundó también la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos que desde entonces a hoy aseguran la dirección del mismo garantizando, como les dijo el sábado pasado el Papa Francisco, no sólo una formación académica, sino un «proceso integral que abarque todas las facetas de la vida».

Quiero recordar por ejemplo que en los años sesenta en el Colegio nació bajo los impulsos, entre otros, de José María Javierre y José Luis Martín Descalzo, la revista «Estría», modelo de publicación literaria, poética fundamental, bajo el patrocinio de José María Valverde, muy excepcional en aquellos años de barbecho intelectual. Francisco no dejó pasar la ocasión para advertir a los actuales residentes del Colegio contra dos peligros: «El diablo siempre entra por el bolsillo», les dijo primero para pedirles después que «huyan del carrierismo que es una peste de la Iglesia, se lo pido como padre, como hermano, como Papa».