El desafío independentista

Ciutat morta

La Razón
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El 17 de enero del 2015, la televisión pública de Cataluña emitió un polémico documental titulado «Ciutat morta». La emisión del programa fue un éxito de audiencia, puesto que lo vieron 569.000 espectadores y tuvo una cuota del 20%, un dato histórico para una emisión de ese canal, además de un enorme impacto en las redes sociales que la convirtió en TT mundial. Premiada en festivales como el de Guía de Isora, el Festival de Málaga, la Muestra cinematográfica de Cádiz, Premio Ciutat de Barcelona y premio Festival de cine y Derechos humanos de Amnistía Internacional. «El documental habla de la mentira, del montaje político y judicial, y de torturas», expusieron los autores en sus innumerables ruedas de prensa. El largometraje relata unos trágicos hechos que se vivieron en Barcelona el 4 de febrero de 2006, en la que un joven antisistema ligado a movimientos separatistas catalanes agredió a un guardia urbano de Barcelona, dejándolo parapléjico y en estado vegetativo. Durante el juicio contra los agresores, hasta tres agentes testificaron que el ultra Rodrigo Lanza fue el autor de la pedrada que hirió gravemente a su compañero y por lo que sería condenado a 7 años de cárcel. En el filme, los autores denunciaban las torturas infligidas al joven okupa por los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y el supuesto complot político, mediático y judicial que se produjo para acusar falsamente a Rodrigo Lanza, un okupa de origen chileno, que se convirtió en icono de toda clase de separatistas y progresistas que han dominado los espacios mediáticos catalanes y llenado de odio antiespañol. Rodrigo Lanza fue defendido por Jaume Asens, actual teniente de alcalde de Barcelona, y por el abogado de origen chileno Gonzalo Boye, condenado a 14 años de prisión por el secuestro del empresario Emiliano Revilla y letrado de los exconsejeros separatistas Serret y Comín, además de asesorar a Puigdemont en su fuga a Bélgica.

La emisión del documental provocó una gigantesca ola de indignación, hasta el punto que llevó al Parlament a hacer una insólita declaración, a propuesta de la CUP, en la que se instaba a la Fiscalía a revisar las actuaciones y se trasladaba al Ayuntamiento, que entre tanto había enviado el documental a la Fiscalía, la conveniencia de llevar a cabo investigaciones sobre la actuación de la Guardia Urbana. Una semana después, el TSJC respondía con contundencia al vendaval de acusaciones que se habían dirigido contra las instancias judiciales desde la emisión de Ciutat morta. La madrugada del jueves 7 de diciembre, Víctor Laínez, natural de Terrassa y motero, tomaba una cerveza en el bar El Tocadiscos de Zaragoza luciendo unos tirantes con la bandera de España. Víctor apenas llevaba unos minutos en el local cuando entraron cuatro personas, uno de ellos Rodrigo Lanza, el protagonista de «Ciutat Morta». Miradas provocativas de los okupas, acusaciones de «facha», insultos. Víctor decidió salir del bar. La Policía detuvo el martes a Rodrigo Lanza, acusado de asesinar a Víctor, al que agredió de forma cobarde y traicionera por la espalda. «Es uno de los casos de corrupción policial, judicial y gubernamental más graves que ha vivido la ciudad de Barcelona en los últimos años». Así termina la emotiva película «Ciutat morta», que demandaba la libertad de Rodrigo Lanza, un muchacho ejemplar.