Alfonso Ussía

Coñazo de monjas

El Vaticano ha advertido seriamente a las monjas y activistas independentistas catalanas sor Lucía Caram y sor Teresa Forcades que sus constantes manifestaciones políticas y presencia abrumadora en los medios de comunicación son incompatibles con los principios de la vida monástica y pueden ser exclaustradas próximamemnte. Esta pareja de monjas coñazo tamaño baño no debe permitir que el Vaticano pierda un solo minuto con ellas. Sucede que sin hábitos, sus majaderías perderían el exotismo y la extravagancia que se han unido a sus personas. Dejarían de ser las monjas coñazo para convertirse en dos tostones sin interés alguno.

Sor Teresa Forcades es una de las dirigentes de «Procés Constituent» – mi traductor particular del catalán al español me asegura que se traduce por «Proceso Constituyente»–, y ha reconocido en diferentes actuaciones –son monjas que actúan–, que desearía una coalición con «Podemos» en las próximas elecciones catalanas. Ante la advertencia, sor Teresa ha solicitado una exclaustración voluntaria por dos años para dedicarse íntegramente a la política, decisión que cuenta con un abrumador apoyo de la sufrida ciudadanía. Esa exclaustración voluntaria equivale a una excedencia empresarial con una diferencia notable. Si al cabo de los dos años de permiso, la Santa Sede considera que la exclaustrada no reúne las condiciones para retomar el hábito, sor Teresa tendría que buscarse las lentejas en «Procés Constituent», lentejas que no le faltarían a Dios gracias.

La otra monja coñazo o coñazo de monja, sor Lucía Caram, es argentina. Y nos preguntamos muchos porqué, siendo argentina, está en España y abrazada al separatismo catalán. Ha recibido el galardón de «Catalana del Año» gracias a la decisión de un jurado a cuyos miembros me gustaría conocer para invitarlos a un concurso de sardanas. Para sor Lucía, el culpable de su situación es el Gobierno de España, que ha presionado a la Santa Sede para conseguir su silencio. Será monja, pero no tiene ni idea de cómo funciona la Santa Sede. Sor Lucía, la catalana del año nacida y criada en la Córdoba argentina, ha sido llamada por el señor Obispo, posteriormente por el señor Nuncio de Su Santidad y al final se ha visto obligada a pisar el Vaticano para allí justificar sus numeritos, sus palabras, sus insultos, sus vejaciones, sus groserías y sus tejemanejes. Ella insiste en permanecer en su Orden religiosa, pero no cuenta con el apoyo de sus compañeras de vocación, que están de sor Lucía hasta las santas enaguas silvestres.

Escudarse en el hábito religioso para sembrar el odio entre hermanos y obtener una estimable cosecha, es más que una impostura. Es un incalificable cinismo. Sor Lucía, la catalana del año, sigue empeñada en ser el centro del mundo y acusa al Gobierno de España de girar en torno a su persona. Se trata de una monja coperniquiana, la monja-sol que alumbra al universo y el universo se mueve en torno a sus llamaradas de fuego. Por desgracia para ella, no es más que una innecesaria religiosa que reza a un dios con minúscula, un dios que alimenta su animadversión hacia los que nada le han hecho excepto recibirla amablemente en una tierra que no es la suya. Una mala inquilina.

Les deseo suerte y buena vida con los hábitos colgados. No encajan en sus perfiles. Les quedan grandes y con excesivas holguras de complicada estimación. Sin los hábitos, no serán nada. Una yunta de pesadas, que en el fondo, no han tenido otro proyecto en la vida que acercarse al estallido místico de «Sor Citröen».