Política

Consejeros Loco Mía

La Razón
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Cuesta imaginar al consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, con esa imagen de funcionario en el peor registro del término, a lo Loco Mía. Tanto amor tiene a los abanicos que para paliar la ola de calor de los colegiales invita a que hagan unos de papel. ¡Dobla, dobla, dobla!, dice con énfasis didáctico, y el que escucha piensa si le ha dado un golpe de calor al hombre, una insolación política. O tiene un amor a la papiroflexia que raya con obsesión digna de tratamiento.

Lo último que debe ser un servidor público es ocurrente. Como la señora del Montón, Carmen, consejera valenciana que propone llamar criaturas a los niños para no utilizar un lenguaje sexista. ¿Y por qué no criaturo? Es tan imaginativa que también pide usar «descendencia» en lugar de «hijos». ¿Y por qué no descendencio? ¿Y cuando nos dirijamos a ella hay que llamarla señoro? ¿Dónde han estudiado estos gobernantes? El analfabetismo no está reñido con una poltrona. Comprobado queda. Aunque el Congreso se convirtió durante los debates de la moción de censura en una casa de citas culta. Como resaltó Pablo Iglesias, sólo que olvidó incluirse a él, nadie ha leído más allá de la frase escogida.

Esta corrupción lingüística, este terrorismo léxico, utilizando los símiles tremendos con los que confunden el significado de las palabras y el contexto en el que deben ser tratadas, nos lleva irremediablemente al ridículo. El de Madrid no es del Montón, bueno un Sánchez es del montón, pero de otro tipo, en el sentido de que es un apellido común, y se ha llevado una montaña de zascas por su solución a los efectos de la ola de calor. Lo próximo es enseñar a los púberes el lenguaje perdido de los abanicos que ya apenas si se ven en los toros.

Hay peores asignaturas en los planes de estudio sin que uno de esos agitadores educativos haya tenido el valor de denunciarlas. La tabla de multiplicar al compás de un abanico en vez de la pertinente regla. O de un pay pay, que es más exótico y que puso nombre al más célebre cabaret de Cádiz, aquel medio burdel cantante. Cuando España votó en el 77 los ordenadores tenían mil veces menos potencia que los smartphones actuales; hoy las casas pueden controlarse a través de internet, los coches circulan sin conductor y el acondicionado nos permite engañar al insomnio. Los niños (y las niñas, disculpen), sin embargo, aprenden con pizarras electrónicas y evitan la lipotimia con abanicos de papel. Es como ver a un chamán en el Bosón de Higgs. O a la difunta Lola Flores vestida de astronauta. Gracia tiene el hombre. Maldita, eso sí.