Política

Agustín de Grado

Contracorriente

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Si una mujer decide abortar, que pueda hacerlo en libertad. El argumento me recuerda este otro: si un hombre decide esclavizar a otro, un tercero no puede objetarlo. Era la tesis democrática a favor de la esclavitud. Los estados debían decidir libremente si querían o no ser esclavistas. Soberanía popular en estado puro. Hasta que llegó Lincoln y comenzó la demolición ideológica que amparaba la esclavitud: no existe libertad de elección para que un hombre pueda someter a otro, por mayoritaria que fuera la opinión a favor de una práctica que terminó siendo abolida y hoy es repudiada por todos. ¿Si no existe el derecho para negar la libertad a otro, existe el derecho al aborto como algo exclusivo e individual de la mujer que aborta y ajeno a la vida que pretende ser abortada?

Mildred Jefferson encarnó durante sus 83 años de existencia cómo el debate que plantean aborto y esclavitud es idéntico y sólo puede ser resuelto con el mismo criterio moral. Jefferson creció en la Texas segregada, pero con tenacidad se convirtió en la primera afroamericana graduada en medicina por Harvard y la primera mujer de la Sociedad de Cirugía de Boston. Fundó también la Comisión Nacional por el Derecho a la Vida, principal organización pro-vida norteamericana. Jefferson pasó su vida combatiendo. En su juventud, a quienes la sojuzgaban escudados en la supuesta libertad para decidir la segregación entre los seres humanos; después, a la opinión extendida de que somos libres para decidir sobre la vida de los no nacidos. ¿Su arma? La misma en ambos casos: la certeza de que existen derechos inviolables que preceden a las leyes y cuya vigencia no está al albur de mayorías más o menos ocasionales.