María José Navarro

CR-17

La cosa tuvo lugar hace cuatrocientos treinta mil años, cuando no existían ni los pactos post electorales, ni los sóviets, ni Javier León de la Riva, el «Bicha de Balazote» de los alcaldes de España. No existía nada de eso y sin embargo ya había gente mala suelta aunque no se ha podido atestiguar hasta el momento que ya votaran a Podemos. Resulta que en la Sima de los Huesos de Atapuerca apareció hace veinticinco años el fragmento de un cráneo. Pacientemente los investigadores han ido reconstruyendo con los cincuenta y dos pedacitos que aparecieron la cabeza de un señor al que han llamado CR-17, una especie de antepasado de Cristiano Ronaldo homínido. Los paleontólogos observaron que presentaba dos grandes lesiones en la frente justo encima del ojo izquierdo que sin ningún género de dudas resultaron mortales de necesidad. Es decir, que alguien se lo cargó y que ese alguien era diestro. Un enfrentamiento cara a cara que acabó como el rosario de la Aurora y que permanecerá en la historia como el primer asesinato que se produjo en el mundo. Pero además también han constatado que fue enterrado, porque aunque sus restos han aparecido a trece metros de profundidad no presentaba las heridas típicas de una caída a esa altura. Si tenemos en cuenta que hubo una pelea y que el muertecito fue tratado después correctamente, quizá tengamos que concluir que ( a pesar de que por entonces no había penalistas ni abogados defensores), teniendo en cuenta circunstancias y atenuantes, se tratase de un homicidio. O eso, o que CR-17 se pegó dos choquetazos gordos contra la cueva al enterarse de que había perdido el «Pedrolo de Oro».