Julián Redondo

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La Razón
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Ángel María Villar, presidente de la enredada Federación Española de Fútbol y vicepresidente primero de la sospechosa y corrupta FIFA, recurre como máximo responsable del primer organismo al amparo del segundo, del que está a un peldaño de ser el mandamás... en funciones. Como hizo en 2008, con Jaime Lissavetzky al frente de la Secretaría de Estado para el Deporte, repite la jugada con Miguel Cardenal y avisa de que las injerencias gubernamentales en la regulación del proceso electoral de la RFEF pueden conllevar la expulsión de los clubes españoles de las competiciones internacionales y de la Selección de la Eurocopa de Francia. Se siente perseguido por el Gobierno español o, en su defecto, por el Consejo Superior de Deportes, que le pide explicaciones por tomar decisiones arbitrarias, por interpretar sesgadamente la ley electoral, por alterar la asamblea a su libre albedrío para evitar sorpresas en las urnas, por conceder créditos de difícil recuperación a según qué clubes, con lo que afecta a la competición, y por no presentar los apuntes bancarios sobre los citados préstamos. En resumen, por ir a su bola y hacer de su capa un sayo.

La paradoja es que el Villar España apela al Villar FIFA para que nadie interfiera en su reelección. Si temiera que le pueden mover la silla, no colocaría a su fútbol en un brete. El CSD persigue un proceso limpio y las explicaciones de la Federación brillan por su ausencia. Si es por arrogancia, malo; si es porque no conviene levantar las alfombras, peor. ¿Tomará el Villar FIFA represalias contra el fútbol español y lo expulsará de las competiciones europeas? Si así fuera, se haría un flaco favor.