Gonzalo Alonso

Cuando Aida nace muerta

La Razón
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Vivimos en un mundo de corrupción pública y privada, de estafas y engaños como el del coche del pueblo, de aprovechados, de piratas... Ya nada debería sorprendernos, pero afortunadamente aún nos queda a muchos esa capacidad de sorpresa. El pasado febrero estuve en Roma para el concierto que cerró la grabación de una nueva «Aida» que sale al mercado en estos días. Se realizó en estudio, lo que es bien raro en la actualidad. «The Guardian» ofreció pasajes de ella en primicia. Hace una semana solicité el CD a Warner, la casa discográfica que lo edita, para escribir la crítica en este diario. Un error retrasó el envío y, comentando las impresiones a través de lo escuchado en el «Guardian», un amigo me dijo: «Pero aún no la tienes? Yo te la paso». En unas horas tenía por Wetransfer la grabación completa que él había recibido vía email y que naturalmente era accesible en una página de Internet una vez conocido el enlace.

Hechos así eran frecuentes en el mundo del cine, con páginas desde las que descargarse películas antes de su estreno o con los discos pop de artistas como Madonna, pero en la música clásica era muy raro. Se abre el melón. No es extraño que cada vez se produzcan menos discos porque no hay negocio. Semanas atrás mencionaba el hecho de que en algunos teatros eran los artistas los que tenían que pagar al apuntador. Se sabe que cuando un artista desea grabar un disco se lo tiene que pagar de su propio bolsillo. Esto es un hecho incluso con los nombres de mayor relieve. ¿Quién va a correr con los gastos de la producción de una nueva «Aida» en estudio que nada más grabarse se encuentra gratis en Internet? Sin embargo para los artistas es fundamental tener producto, porque eso apoya su popularidad y con ello su contratación para actuaciones, aquello con lo que obtienen sus ingresos.

Afortunadamente aún hay consumidores en la clásica, chapados a la antigua, que prefieren tener sus soportes físicos y que los buscan aunque cada día les resulte más difícil encontrar comercios donde adquirirlos. Afortunadamente todavía hay quijotes, como los de «La Quinta de Mahler», capaces de luchar contra los molinos y de abrir un local en Amnistía 6, junto al Teatro Real, en donde, vía física o por web, ofrecer al público no sólo esa «Aida» sino un lugar de encuentro para conferencias, cursos o presentaciones.

Iniciativas así, en el difícil panorama cultural del tiempo que nos ha tocado vivir, bien merecen reconocimiento. Yo se lo doy desde aquí y no sólo desde aquí. Como dijo Don Quijote «quisiera yo tener aquí delante todos aquellos que no creen, ni quieren creer, de cuánto provecho sean en el mundo los caballeros andantes...», aunque la batalla sea tan desigual.