Nacionalismo

Cuestión de apellidos

La Razón
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Al parecer, en las regiones en las que el nacionalismo es hegemónico, la política activa es una cuestión de apellidos. El que tiene un apellido genuino –o sea, catalán o vasco– se bautiza; y el que no, como mucho vale para ir de relleno o para engrosar la morralla de la oposición. Esto es lo que señalan los pocos estudios que se han hecho acerca de la etnicidad en la política. Sus resultados son nítidos al señalar que los partidos nacionalistas –da lo mismo si son de derechas o de izquierdas– seleccionan a sus candidatos y a su personal de gobierno entre personas que tienen apellidos puros, sin mezcla, aunque siempre aparecen en los lugares menos destacados individuos con apellidos comunes, seguramente porque no queda más remedio, pues los primeros no suman ni la mitad de la población con derecho a voto tanto en Cataluña como en el País Vasco. Y sin embargo, eso no ocurre con los partidos de la otra acera –o sea, la no nacionalista– donde conviven los apellidos de raíz autóctona con los de origen migrante más o menos en la misma proporción que la que muestra su distribución en el conjunto de la población.

Es curioso observar que, en este asunto, los nacionalistas parecen querer decir que son ellos los únicos que pueden representar las esencias regionales. Pero esto no deja de ser una necedad si tenemos en cuenta que, en la sociedad en la que vivimos, ese carácter se ha dispersado por todo el territorio de España. En el caso de los vascos, hace tiempo el estadístico José Aranda, cotejando el censo electoral con el nomenclátor de los apellidos euskéricos, pudo comprobar que tres de cada cuatro personas con tales apellidos residen fuera de las provincias vascongadas o de Navarra. Con los catalanes debe pasar más o menos lo mismo, aunque tal vez con una intensidad menor, pues han sido menos propensos a emigrar que los vascos. En todo caso, parece difícilmente aceptable que unos partidos que se presentan a las elecciones solo en Cataluña o en el País Vasco tengan la pretensión de representar a todos los ciudadanos originarios de ambas regiones.

El caso es que ahora que va a haber elecciones en Cataluña, se vuelve a repetir lo mismo que en otras ocasiones. En las candidaturas de JpC, ERC y la CUP hay mucha más abundancia de apellidos de origen regional que en las de los demás partidos. Además, para encontrar en ellas los apellidos más comunes en Cataluña –o sea, los García, los Martínez o los López– hay que mirar entre los candidatos de la segunda mitad de la lista, los de relleno, los que no van a salir elegidos salvo que obre algún milagro. Esto es lo que hay: las elites oligárquicas se reclutan entre los miembros de una minoría etnolingüística que ostenta una gran parte del poder económico y que extiende su dominio cultural sobre toda la sociedad negando la catalanidad a quienes no tienen sus apellidos.