Debate de investidura

De la necesidad virtud

La Razón
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Las terminales mediáticas del PSOE presentan la última decisión del Comité Federal –¡tan traumática!– poco menos que como un gesto desinteresado y hasta generoso para desbloquear la situación política. O sea, los culpables del desaguisado son los otros, como siempre. Estos medios evitan insinuar siquiera que el partido de la rosa es, con su «no es no», el principal culpable de la parálisis, durante diez meses, de la vida política nacional. Han tenido que cambiar ahora de planes, aun a costa de una fuerte división interna, porque a la fuerza ahorcan. Y, de cara a la militancia y a los electores, entre los que reina el desconcierto, tratan de hacer de la necesidad, virtud. Eso es todo y hacen bien. Antes que sucumbir en unas terceras elecciones, que conducirían previsiblemente, por culpa del cerrilismo del antiguo equipo dirigente, a la desintegración del partido centenario, se han visto obligados a defenestrar al populista Pedro Sánchez y proceder «in extremis» a la gran rectificación. No es la primera vez que el PSOE rectifica en asuntos de importancia, y se da el caso de que suele acertar cuando rectifica. Como en el caso de la OTAN, en la renuncia al marxismo o en este caso. Sólo le falta pedir disculpas por el despropósito anterior y cumplir fielmente la promesa de ejercer una oposición responsable.

Mariano Rajoy, que, una vez más, gana el pulso contra pronóstico, se muestra abierto al diálogo y parece que esperanzado en poder entenderse en esta complicada legislatura con el principal partido de la oposición. De este entendimiento en las grandes cuestiones, como el problema catalán, la educación, la limpieza de la vida pública, la presencia en Europa y el mantenimiento del Estado de bienestar, dependerá en gran manera el afianzamiento del PSOE como la gran fuerza de centro-izquierda y del PP como la gran fuerza del centro-derecha, recuperando, frente a los dinamiteros de Podemos, el bipartidismo y el espíritu constitucional. Es decir, afianzando el «régimen del 78» que los fascista-leninistas pretenden destruir desde las instituciones y desde la calle.

Populares y socialistas deberán actuar cada cual desde el lugar donde le ha puesto el pueblo soberano: uno en el Gobierno y otro en la oposición, pero enfrentándose juntos a los grandes desafíos. Hay un movimiento peligroso, del que participa, ay, el pobre Pedro Sánchez con sus amigos podemitas, que pretende despreciar la democracia representativa, sin la que, como se sabe, no hay democracia parlamentaria que valga, suplantándola por la democracia popular. Hasta ahora no se ha inventado, con todas sus limitaciones, nada mejor que la democracia representativa. Después del tiempo perdido, la rectificación socialista invita a recuperar la sensatez, el diálogo y la confianza en este país, que de otras peores hemos salido.