Reforma constitucional

De las ocurrencias a la dictadura populista

La Razón
La RazónLa Razón

Las aparentes ocurrencias de Carmena y los podemitas municipales empiezan a dejar de tener un tono jocoso para entrar poco a poco –con la excusa de la participación y la implicación de los ciudadanos en las tareas colectivas– en el ámbito de la sutil alteración del sistema de derechos y libertades y su garantía a través de los instrumentos del Estado: Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y tribunales de Justicia, con la consecuente amenaza que supone para aquéllos.

El «nuevo diseño» de la seguridad municipal que está haciendo el equipo de Ahora Madrid incorpora los denominados «jurados vecinales», cuya benefactora función es actuar en asuntos de convivencia vecinal por encima de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y de la Policía Municipal, para evitar «judicializar» los conflictos, sin pretender sustituir a los tribunales de Justicia.

Todo ello se enmarca dentro del modelo de «Gobernanza Comunitaria» diseñado por el Gobierno municipal, y se canaliza a través de una «mesa de convivencia», en la que están ciudadanos voluntarios que quieran acogerse a esta nueva «policía municipal comunitaria», y, en principio, entenderán de asuntos relacionados con la convivencia vecinal. Resulta sobrecogedor comprobar cómo los movimientos antisistema y/o revolucionarios siempre han incorporado a su acción la implantación de tribunales populares, comités ciudadanos en defensa de la revolución, al margen o sustitutivos de los tribunales legales.

La revolución por excelencia en la Europa moderna, la Revolución Francesa, a través de la Comuna de París, instauró el Tribunal Revolucionario, que pronto se erigió en un tribunal de lo criminal para perseguir a los disidentes con la revolución. Tribunal que la Convención Nacional sustituyó por el Tribunal Criminal Extraordinario, que instauró el terror y la represión de los adversarios políticos, para lo cual se le dieron poderes ilimitados y se hicieron irrecurribles sus resoluciones. Del resto se encargaba la guillotina.

Más cercano a esta iniciativa la encontramos en los Comités de Defensa de la Revolución instaurados por Fidel Castro al llegar al poder con el triunfo de su revolución. Estos comités están en cada manzana de cada barrio, y al frente de cada uno de ellos está un presidente designado por el régimen en razón a su estrecha vinculación con la revolución. Entre las funciones de esos comités están las relativas a la limpieza, la higiene, la salud, pero también el patrullaje nocturno y la vigilancia colectiva de la desestabilización del sistema cubano, debiendo el presidente informar sobre cada ciudadano de su manzana a la Policía, a la Seguridad del Estado y al partido, convirtiendo así estos comités en los instrumentos más eficientes de control y represión del régimen cubano.

Escama comprobar tantas similitudes en el planteamiento inicial y en la táctica. Detrás de estas propuestas siempre hay un afán buenista para que los ciudadanos participen y decidan sobre distintos asuntos sin la «violencia» y la «represión policial», y al margen de las alienantes estructuras del sistema.

El tema no puede quedarse en una cosa pintoresca más de Carmena y sus chicos porque cada día se pretende avanzar más en orillar el sistema e imponer su modelo por la puerta de atrás, vulnerando la legalidad y yendo más allá de donde su marco de competencias les autoriza. Hasta el PSOE dice verse sorprendido. Esperemos que así sea y se mantenga firme, sin ser cómplice de Podemos.

Al mismo tiempo que hemos conocido los «jurados vecinales», también hemos conocido la iniciativa de celebrar el «día sin bañador» para «transmitir valores educativos sobre el cuerpo humano», como si lo normal fuera ir en pelotas y no pudieran transmitirse los valores educativos del cuerpo humano sin estar en porretas. Siguiendo este planteamiento, cualquier día pretenderán celebrar el día «sin ropa en la oficina» argumentando que estimulará la productividad de las empresas. Y aunque pueda sonar a broma, detrás de todas estas iniciativas están las mismas pretensiones de imposición y de vulneración del orden establecido para imponer el particular de estos señores. De ahí la importancia de no dejarlas pasar como si fueran cosas menores, y contestarlas con contundencia para impedir que vayan a más.