Alfonso Ussía

De Rosón a «say yay!»

La Razón
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Juan José Rosón era un gallego muy inteligente, sereno y tímido. Cuando rompía la muralla de la cautela, irónico y divertido. Fue un buen ministro del Interior con UCD y previamente había sido director general de TVE en el franquismo. Una tarde de enero de 1980 me llamó. No se trataba de una llamada de cortesía, sino de advertencia. Se había detectado a un comando de la ETA que pretendía secuestrar a Don Juan De Borbón, que vivía en La Moraleja en la casa de mis padres. Años atrás, otro comando etarra intentó su secuestro en Montecarlo. Lo contaba Don Juan: «Estaba leyendo en la cámara del “Giralda” el periódico, en el puerto de Montecarlo, cuando entró de golpe un hombre muy acalorado que me gritó: ¡Soy el comisario Conesa!». Conesa era un conocido comisario de Policía del tardofranquismo, y a través de los cristales de la cámara le señaló a Don Juan el barco de los etarras. Le acompañaban otros policías españoles, y los etarras, alterados por las circunstancias adversas se hicieron a la mar esa misma noche. Mónaco carecía de elementos para custodiar a Don Juan y Francia, en aquel tiempo, era el paraíso de acogida de los terroristas vascos. La voz de Rosón sonó seca. «Tengo que hablar con usted de algo muy importante». Jaime Campmany, íntimo de Rosón, convocó la cena. «Informe a su padre que tiene una gran responsabilidad. Don Juan está obligado a salir de su casa e instalarse en La Zarzuela durante un período prudencial». Coincidía la advertencia de Rosón con la presencia de un grupo de extraños que se adentraron una tarde en la parcela de mis padres y huyeron como conejos cuando fueron avistados por los encargados de la seguridad de Don Juan. Pasado lo serio y cumplidas las recomendaciones de Rosón con una llamada telefónica, se pasó al relajamiento. Y Jaime Campmany sacó a la charla el Festival de la Eurovisión.

Juan José Rosón nos relató los pormenores. «Estaba trabajando en mi despacho de TVE cuando me llamaron del Pardo. Su Excelencia le aguarda a las 17 horas». Allí me presenté, y Franco no perdió el tiempo. –Rosón, es muy importante que España gane este año el Festival de la Eurovisión. Proceda con discreción y disponga de los medios necesarios–. Fue el año de Massiel y el «La,la,la», con Serrat apartado por su decisión de cantarlo en catalán. Massiel fue la sustituta. Y con discreción y medios, Rosón endulzó a diferentes jurados para cumplir la orden. Ganó España con Massiel y su «La,la,la», lo cual resultó sorprendente. Todavía sorprenderá a quien desconozca el primer paso de tan resonante triunfo.

Mucho ha cambiado el festival eurovisivo. Siempre fue un rollo y un tostón, y más en la actualidad que ha dejado de ser un acontecimiento.

España lleva decenios intentando superar el decimoquinto lugar, y su representante en la próxima edición es una tal «Barei» que se ha empecinado en cantar su rapsodia íntegramente en inglés. Lo ha dicho con la desenvoltura que concede la hondura cultural: «Esto es democrático». Y la conocida e ilustre Toñi Prieto, directora del Área de Entretenimiento de TVE, ha ido aún más allá en su concepto de la democracia cantora: «Esto nos da vidilla». No obstante, la Real Academia Española, que limpia, fija y da esplendor a un idioma que hablan 500 millones de personas en el mundo, ha opinado que se le antoja una majadería que la canción española se interprete íntegramente en inglés. Si para ganar Eurovisión hay que endulzar a los jurados que jamás nos votan, que la «seña» Toñi, la de la vidilla, imite a Juan José Rosón. Y así, la españolísima canción «Say Yay!» pase a formar parte de nuestro glorioso palmarés en Eurovisión, palmarés tan sólo superado por Sicilia, que no compite como tal.

Cosas de la «Spanish Television».