Reyes Magos

De solidaridad y Reyes Magos

La Razón
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Hoy 6 de enero se celebra el día de los Reyes Magos, fecha en que, por tradición cristiana, los reyes visitan a Jesús de Nazaret tras su nacimiento, llegando desde el extranjero para rendirle homenaje y entregar regalos de riqueza simbólica conocidos en todo el mundo como el oro, incienso y mirra. El evangelio según Mateo es el único que hace referencia a unos magos (no menciona si eran reyes, ni cuántos eran) quienes, tras seguir una supuesta estrella (la estrella de Belén), buscan al «rey de los judíos que ha nacido en Jerusalén», al que finalmente logran encontrar tras ser guiados por dicho cuerpo celeste. En España se ha convertido en una fiesta infantil en la que los niños esperan ser obsequiados con regalos, si bien en muchos casos es una auténtica fiesta familiar en la que todos nos regalamos algo. Si pudiéramos describir el sentimiento que inspira un regalo, debería ser el de la solidaridad, valor humano que debe hacernos pensar un día como hoy en los más desfavorecidos, porque todos podemos hacer algo. Algunos limitan el valor solidaridad a la democracia, lo cual es una reducción en sí misma, por más que una democracia deba estar inspirada por el valor de la solidaridad. Esto no nos puede forzar a una interpretación de la solidaridad en la cual se le asigna a la autoridad la realización de acciones solidarias en sustitución de la persona, dejando de ser una obligación personal para convertirse en una función gubernamental. La solidaridad bien entendida comienza por uno mismo, no siendo más solidario, sino al contrario, el que lo hace a costa de los demás, algo muy extendidos en algunas prácticas políticas. Decía Juan Pablo II que «La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos». Razón no le falta, el bien común es lo que debe inspirar el ejercicio de la solidaridad. Esta se basa en la igualdad, la inclusión y la justicia social, conllevando una obligación mutua entre todos los miembros de la sociedad y de la comunidad mundial. En consecuencia, nos obliga a todos, gobiernos y sociedad civil. Nuestra Constitución garantiza la solidaridad entre Comunidades,–art. 2–, más en el art. 138 garantiza le realización efectiva del principio de solidaridad consagrado en el artículo anterior, velando por el establecimiento de un equilibrio económico, adecuado y justo entre las diversas partes del territorio español y, tras reconocer la peculiaridad del que llama hecho insular enfatiza que, las diferencias entre los Estatutos de las distintas comunidades autónomas «no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales». Pero lo que se debe tener claro es que estos mandatos no están inspirados en las necesidades de los territorios, sino de las personas que viven en los mismos, algo que algunos han parecido olvidar, tratando de enfrentar territorios. Estos no se merecen ni el carbón que algunos piden a los Reyes Magos para los que se han portado mal, tan solo se merecen el ostracismo.