Reyes Monforte

«Déjà vu»

La Razón
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La vida te siembra la existencia de continuos déjà vu que te permiten viajar por la Historia y comprobar lo poco o nada que aprendemos de ella. Hace unos días, en un encuentro con lectores, una señora me dijo: «Hoy todo el mundo es escritor, pero solo unos pocos escribís. Eso nos salvará». Sus palabras me recordaron las del escritor abolicionista Frederick Douglass : «Cuando aprendas a leer, serás libre para siempre». A las pocas horas, el escritor jordano, Nahed Hattar, era asesinado en la escalinata de entrada del Palacio de justicia de Amán, donde estaba siendo juzgado por incitación sectaria y blasfemia contra el islam por publicar una caricatura en una red social. Un segundo «déjà vu» me llevó a la Curia del Teatro de Pompeyo, en el Campo de Marte, donde se reunía el Senado de Roma y donde un 15 de marzo del año 44 a.C , Julio César murió asesinado de 23 puñaladas a manos de sus enemigos. A Hattar le asesinaron de 3 disparos en la cabeza y bastó el brazo de un conocido extremista. Morir en lugares emblemáticos no convierte la muerte en algo simbólico, pero incita a profundizar en la naturaleza de lo sucedido. El poeta alemán Heinrich Heine vaticinó que allí donde se queman libros, se termina quemando también personas. 77 años después de su muerte, en varias ciudades alemanas se quemaron miles de libros considerados blasfemos y peligrosos para la sociedad, lo que los nazis recién llegados al poder llamaban «acción contra el espíritu anti-alemán». Era el 10 de mayo de 1933. Años más tarde, millones de personas eran quemadas en los hornos crematorios.

Decía Oscar Wilde que los libros que el mundo llama inmorales son los que muestran su propia vergüenza. Que Nahed Hattar estuviera siendo juzgado por blasfemia contra el islam por una caricatura crítica con el terrorismo yihadista debería avergonzar a muchos y dar que pensar a todos. La suerte de un escritor es que la vida de sus palabras sobreviven a su propia muerte. Cuando la voz de un escritor se silencia, especialmente si la callan con amenazas o con tres disparos en la cabeza, sus palabras siguen siendo leídas y provocando constantes «déjà vu».