Alfonso Ussía

Democracias

La Razón
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«El peor de los sistemas políticos existentes exceptuando todos los demás». Así fue definida por Churchill. Con la democracia se nos llena la boca de soberbia y desprecio hacia los demás. -Ése no es demócrata-, y acostumbra a ser cierto. La democracia ha sido muy maltratada por los peores enemigos de la democracia. Los comunistas. Cuando en la denominación oficial de un Estado surge la voz «demócrata», hasta las ranas recelan. La democracia, imperfecta, nace de la confusión y evoluciona hasta lo respetable a través de los tiempos y la aplicación del humanismo cristiano. Es más sajona que griega. En la antigua Grecia, sólo los privilegiados tenían derecho a participar en la alta política, y las mujeres no podían intervenir. En España, en el entresiglos del XVIII al XIX, un noble estudioso y original propuso el establecimiento de una democracia aristocrática. Sólo podrían acceder al Senado los titulares de gracias nobiliarias y sus parientes en primer grado, «garantizando al pueblo español el buen gusto en el Gobierno y la imposibilidad del robo del dinero público, por cuanto los elegidos no precisan de la apropiación de fondos indebidos por poseerlos sobrados y sobrantes». Así se explicaba el osado conde de Montesol de Turcios en su ensayo «Apuntes para una Democracia diferente». Y proseguía: «Un noble venido a menos que pretenda formar parte del Parlamento o del Gobierno, no será admitido en el sistema por despertar sospechas de abuso y necesidad perentoria de fondos para mantener un nivel de vida que ya no le corresponde». Fracasado su proyecto, el conde de Montesol de Turcios dedicó el resto de su vida a la creación literaria orientada a la educación social y las buenas maneras. Su opúsculo «El Hombre Elegante», alcanza cotas de alta sabiduría y riesgo, como al valorar los hogares que recibían habitualmente «visitas». «Del Hogar A, que ofrece a sus amistades toda suerte de bebidas y delicias ultramarinas, al Hogar H, que apenas reparte entre sus conocidos una somera ración de vino agrio y frutos secos que tanto incomodan durante la masticación y molestan cuando un trocito de ellos se encaja en un espacio interdental». Lo divertido del caso, es que aquel gran asno, se inventó su dignidad nobiliaria, y de haber triunfado su propuesta de «Democracia Aristocrática» habría sido detenido y procesado por usurpación de honores inexistentes. Pero como autor de ripaldas sociales es joya de biblioteca.

En España, los que más recurren al término «democracia» son los menos demócratas. Entre los de Podemos, la voz democracia suena como blasfemia en boca de presbítero. Las Cortes Liberales de Cádiz, a pesar de su acendrado espíritu liberal, empapelaron al periodista don Bartolomé José Gallardo, editor y director de «La Abeja Madrileña», una publicación satírica que condensaba todo el veneno en movimiento de don Bartolomé. En su «Diccionario Burlesco», en la letra «D» y bajo el epígrafe «Democracia» se lee: «Democracia: Especie de guardarropa donde se confunden medias, paletós, enaguas, polainas, botas, zapatos, fajas y calzones con chupas, fraques levitas y calcetas, casacas y capotas ridículas, sombreros redondos, monteras, castoreños, manteos, y demás objetos desajustados». Y en las Cortes Constituyentes de 1879, presididas por el culto, ingenioso y sevillano don Nicolás María Rivero, un diputado por la provincia de León solicitó el turno de palabra cuando ya sus señorías se disponían al abandono del local patricio. - ¿Cuál es el motivo de su petición?-; -señor Presidente, pido la palabra para explicar los orígenes de la democracia-; -tiene la palabra siempre que sea respetuoso con la brevedad-; -gracias, señor Presidente: Señores. La tierra ha sido creada o increada, esto no lo sabremos jamás, pero está fuera de dudas que su primer estado fue incandescente; luego vino el enfriamiento, y con el enfriamiento y posterior dispersión de hielos y glaciares, aparecieron las especies. Sí, señorías, no muevan la cabeza con signos negativos porque tal gesto no demuestra otra cosa que su supina ignorancia al respecto. Después de estas épocas paleontológicas, cuando el verdor de la tierra florecía acá y acullá»...

Ahí fue interrumpido por el bienhumorado presidente: «-Permítame su señoría. Me ausento para llegarme hasta mi casa y pedir un paraguas para estar prevenido cuando empiece el diluvio».

Para mí, que este diputado sabía más de la democracia que Ada Colau, por poner un ejemplo de distinción y belleza.