Cástor Díaz Barrado

Desigualdad y precariedad

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Las intensas protestas que están teniendo lugar en Chile y que han causado más de una decena de muertos deben ser analizadas con todo detalle y no caben interpretaciones simples. La respuesta del Gobierno de Piñera ha sido contundente y es posible que haya agravado aún más la situación. Es difícil pensar que únicamente la subida del pasaje del metro sea la razón que explica revueltas de tanta profundidad. Una decisión de ese tipo es tan solo “la gota que colmó el vaso” o el hecho que originó la proyección de las protestas a buena parte del país y a muchas capas sociales. Lo que sí demuestran las reacciones a una decisión así es que la sociedad chilena soporta desde hace tiempo componentes de desigualdad y de precariedad. La situación económica y social de Chile es lo que permite entender lo que está sucediendo. La educación, la sanidad y las pensiones son temas de gran trascendencia, incluso para países como Chile que, en principio, goza de una amplia clase media y que ha ocupado siempre, en términos económicos, un lugar privilegiado en el contexto de América Latina. Nunca sabremos con exactitud si la ausencia de un sistema más equilibrado en estas tres cuestiones deriva solo de los efectos perversos de la globalización que no se tuvieron en cuenta o si, también, se está consagrando una tendencia en la sociedad internacional dirigida a disminuir el trabajo decente, lo que sería especialmente grave. No obstante, las protestas que tienen lugar en Chile hay que verlas también en conexión con lo que ha sucedido en Ecuador y que tuvo su origen, asimismo, en razones de tipo económico con incidencia social. América Latina debe iniciar, por lo tanto, y también Chile, el camino de las reformas y reajustar algunos de los rasgos que definen su economía. En el caso de este país, las promesas del actual Gobierno ante los graves acontecimientos deben hacerse realidad.