Irene Villa

Desolación

La Razón
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Estamos desolados por los atentados contra la naturaleza. No tenemos derecho a romper el equilibrio que mantiene activo el ciclo de la vida. Y menos cuando los motivos que llevan a cometer tales atrocidades son los deseos de venganza. Duele ver cómo nuestros paisajes se han ido tornando ocres y desérticos, pero duele más que alguien queme nuestros bosques, nuestros pulmones y observar pasivamente cómo miles de animales tratan de huir y acaban abrasándose. La naturaleza, el reino animal, los ríos, son nuestra garantía de vida. Cada árbol perdido tardará cien años en reponerse. Cada vida abrasada, ataca el orden natural. Cada ausencia de vegetación es una parte más contaminada. Vimos aterrorizados y descorazonados cómo se incendiaban bosques y montes enteros en Galicia, Asturias, nuestro país vecino Portugal... Olvidamos que es la tierra la que nos posee y no al revés. Estamos de paso, para cuidarnos y para cuidar nuestro entorno. En otros países, un respeto casi sagrado por la naturaleza hace que alterar su curso resulte impensable. Resulta dramático ver que quienes atentan contra nuestros bosques, son quizá reincidentes. Y es la injusticia la que crea la verdadera desesperanza. Pero sin duda, lo más triste y doloroso de todo, son las pérdidas humanas. Cuatro personas se han ido para siempre bajo la responsabilidad de quienes han creado desolación y cenizas en bellos lugares de España y más de 40 en Portugal. ¿Seremos capaces de reconstruir este desequilibrio antinatural? Lo que jamás podremos es devolver las vidas que el fuego y la venganza han segado.

Dolor también que compartimos con las familias y amigos de los dos pilotos que han fallecido en esta última trágica semana. Borja, padre de un bebé, volvía del desfile del Día de la Hispanidad, pero no saltó del Eurofighter para evitar que su impacto ocasionara otras víctimas. A Fernando, de 26 años, un fallo de motor le impidió despegar. Descansen en paz. Y que la desolación deje paso a la esperanza para seguir adelante sin la desolación que provocan la rabia y el dolor.