Víctimas del Terrorismo

Día del padre

La Razón
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Llevabas siempre uniforme y gafas Ray Ban, ¿te acuerdas? Miedo me dabas con ese empaque, serio, corrigiendo mis deberes. Y yo, sin saber que eras todo corazón. Y encima, valiente, igual que todos los que trabajabais en el Ejército, la Policía o la Guardia Civil en los ochenta y noventa. Qué años aquellos de revisar los bajos y las esquinas, papá. Tiempos abominables de amenazas, coches bomba y funerales, aunque algunos hoy se empeñen en desdibujar verdades, en humanizar y politizar a los asesinos.

Con la distancia universitaria empecé a comprender. Bombas a las puertas de la comandancia de Pamplona y en los cajeros, pelotas de goma y batalla campal con la Policía en el casco viejo, asesinatos de gente cercana, algún linchamiento... Ya había coincidido en la EGB con huérfanos de ETA pero allí me vi de repente ejercitando la prudencia y el no sabe/no contesta. Los terroristas seguían matando, entretanto. Te fuiste retirando y yo, en sentido contrario, me incorporé en Madrid al oficio de contar atentados en la tele cada semana, y luego cada fin de semana, porque durante una temporada los malos se aficionaron a hacer estallar artefactos esos días, a la hora de comer. El terrorismo era el cáncer crónico de este país. Hoy sufrimos un preocupante repunte de kale borroka, a pesar de que algunos cacareen que lo tienen controlado. Pon la lupa en nuestra querida Pamplona y comprobarás que persiste un odio latente a lo español, un mutismo colectivo y una Policía que regresa prevenida al casco viejo, igual que en los noventa.

Cada uno de los muertos de ETA nos dolerá hasta la tumba. Tus nietos, si todo va bien, la estudiarán en los libros con tanto desapego emocional como harán con el nazismo. Los inteligentes judíos levantaron su Museo del Holocausto para que nadie olvide las atrocidades que padecieron; tampoco han permitido que desaparezca Auschwitz. Lo mismo debería ocurrir aquí con las víctimas de la banda, respaldarlas en su lucha contra el olvido es un deber moral de nuestra sociedad. Yo siempre recordaré. Pertenezco a la generación marcada por el secuestro de Ortega Lara y martirizada con la agonía de Miguel Ángel Blanco. A su hermana, por cierto, nadie le ha pedido perdón, aquí mismo lo ha contado. ¿Te imaginas, papá? ETA diluyéndose para siempre. Por ti y por todos tus compañeros. No imagino mejor regalo del día del padre.